Diario de Mallorca

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Por primera vez en décadas, un artículo mío no salió en el Diario de Mallorca porque me olvidé de mandarlo. Aparte del deterioro de memoria que da la edad, cosa de la que sólo puedo hacer responsable a la selección natural, la razón del olvido tiene que ver con la noticia aparecida en el DM ese mismo: la del experimento que, con Enric Munar como investigador principal, estamos intentando hacer en la Universidad Politécnica de Madrid. En el Centro de Tecnología Biomédica del Campus de Montegancedo de la UPM se encuentra la máquina de magnetoencefalografía (MEG) con la que pretendemos registrar la actividad cerebral de delincuentes con penas de cárcel por delitos que podríamos llamar de sangre y la de los jueces que les condenaron.

La historia de ese proyecto de investigación tiene a sus espaldas más de una década. Sería allá por el 2004 cuando, con Tomás Ortiz, director en aquel entonces del Centro MEG „que estaba en la Complutense„, fuimos a ver al presidente del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) para plantearle la idea. La recepción fue cordial y llena de buenas palabras pero han hecho falta diez años para limar las muchas aristas de una investigación así y lograr la firma de un convenio entre el CGPJ y la UIB.

Si a partir de ahora cabe seleccionar los jueces que intervendrán en el estudio, otra cosa son los reos. Como Mahoma, es decir, la máquina MEG, pesa varias toneladas y esta encerrada en una habitación metálica que aísla las ondas magnéticas, no puede ir a la montaña que es una cárcel. Hace años la Generalitat hizo al revés, pemitiendo llevar a cabo un estudio de resonancia magnética con traslado de los presos hasta el lugar en el que se encontraba el aparato pero el ministerio del Interior nos ha aconsejado seleccionar a quienes gozan ya del tercer grado „semilibertad„ y andamos a la espera de que se nos conceda de forma oficial el permiso.

Entretanto, no puede decirse que andemos ociosos. Afinar el protocolo, construir los estímulos que jueces y delincuentes habrán de considerar „juicios morales en los que se debe sacrificar a una persona para salvar la vida de varias otras„ y montar la estructura para los estudios clínicos „intentamos separar dos grupos: sujetos con trastorno antisocial de personalidad y sin él„ nos está llevando mucho más tiempo del que imaginábamos Aunque son cerca de dos decenas de investigadores los que nos ayudan. Cuando tengamos los registros de la actividad cerebral habrá que analizar las redes neuronales que se forman, algo que los físicos del Instituto de Física Interdisciplinar y Sistemas Complejos que dirige Maxi San Miguel en el campus de la UIB están de acuerdo en llevar a cabo. Y luego vendrá lo más difícil: interpretar los resultados que se obtengan. A veces se puede y a veces, no. Es lo que tiene el investigar del cerebro humano, sobre el que tan poco se sabe. Y a veces, cuando nadie me oye, pienso en voz alta si en el fondo no sería mejor que no lo entendiésemos jamás.

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