Las conversaciones 6 + 1 que se iniciaron en Ginebra parecen seguir con buen pie confirmando el nuevo ambiente creado por el discurso del presidente Rohani en la ONU en septiembre. Un diplomático las ha definido cautamente como "constructivas", que es mucho decir frente al fracaso de las celebradas en 2003 en Teherán (sin los norteamericanos) y el desánimo y las amenazas que rodearon anteriores encuentros durante la época de Ahmadineyad.

Irán es un gran país, heredero del imperio persa y gran bastión del chiismo en el mundo, que quiere ser tenido en cuenta en la geopolítica del Oriente Medio y jugar en ella un papel acorde con su historia. Pero se ha equivocado al elegir la vía de la nuclearización para conseguirlo y luego ha agravado la situación con estúpidas amenazas de borrar de la faz de la tierra a "la entidad sionista" y negarse a aceptar la realidad del Holocausto. Eso condujo a un callejón sin salida y a la imposición de sanciones por parte de la comunidad internacional con efectos desastrosos sobre su economía: la producción de petróleo (principal articulo de exportación) se ha reducido de 2,5 millones de barriles a un millón mientras el desempleo llega al 20%, la inflación bordea el 40%, no tiene acceso al crédito internacional y escasean muchos productos básicos. Los iraníes están hartos y con razón.

Con Irán hay que ser muy prudentes pues dominan como nadie el arte de la negociación: amagar, regatear, exigir, disimular, ofrecer, rechazar, ocultar, conceder, engañar...no tienen secretos para ellos como sabe cualquiera que ha comprado una alfombra en el zoco de Isfahán. El acuerdo, si lo hay, tendrá que reconocer el derecho iraní al uso de la energía nuclear con fines pacíficos a cambio del abandono de las centrifugadoras para enriquecer uranio más allá del 20% y del reactor de agua pesada para producir plutonio, así como los experimentos con ojivas capaces de colocar una bomba atómica en un misil y todo ello con transparencia y control internacional adecuado. También habrá que reconocer a Irán un papel en la geopolítica regional, normalizar las relaciones diplomáticas y eliminar gradualmente las sanciones. Nadie dice que esto vaya a ser fácil o rápido, pero tras el éxito ruso en Siria y el débil liderazgo de la Casa Blanca en las discusiones sobre el techo de la deuda, Obama necesita un triunfo e Irán se lo puede dar...si le dejan porque hay fuerzas que no se fían y que prefieren a un Irán débil y aislado internacionalmente, como Israel, que necesita una amenaza existencial para justificar su política de cero concesiones a los palestinos y para exigir ayuda militar y respaldo americano a sus políticas con frecuencia intransigentes. Netayanhu desconfía de la sinceridad iraní, piensa que solo trata de ganar tiempo para lograr una bomba que alteraría el mapa estratégico de la región poniendo fin a la supremacía de Israel basada, precisamente, en lo que se niega a Irán, la posesión del arma nuclear. Israel ve en Irán a una permanente amenaza a su propia existencia como estado y por eso descalifica estas conversaciones como un nuevo Munich, donde británicos y franceses cedieron ante las exigencias de Hitler con las consecuencias conocidas. Los grandes líderes sunnitas de la región, como Arabia Saudí, Egipto o Qatar, tampoco desean que el rival chiita se rehaga y aumente su influencia en la región y es que hay que reconocer que entre los méritos de Teherán estos últimos años no ha estado el de hacer amigos.

Otros que se oponen son los eternos corifeos de Israel en los Estados Unidos, amplios sectores de opinión vinculados a movimientos evangelistas tradicionalmente próximos al estado hebreo, think-tanks simpatizantes como The Washington Institute for the Middle East y lobbies como AIPAC (American Israeli Public Affairs Committee) que trasladan su capacidad de presión al Congreso, siempre sensible a sus reivindicaciones. Un grupo de senadores ha escrito al presidente Obama diciéndole que no ceda y algunos vociferantes miembros del Tea Party se han manifestado también en contra del levantamiento de las sanciones a Irán. Las últimas discusiones en Washington sobre el techo de la deuda muestran que hay muchos parlamentarios que no desean que Obama se anote ningún éxito y su problema es que no podrá quitar las sanciones sin luz verde del Congreso.

Es posible que tampoco los rusos vean con entusiasmo un éxito diplomático que devolvería a Obama un prestigio en Oriente Medio que hoy está muy maltrecho y que les permite a ellos recuperar en parte una influencia que habían perdido hace años.

Ante esta situación Obama podría, si las negociaciones prosperan, hacer aquello para lo que no necesita al Congreso: restablecer progresivamente relaciones diplomáticas con Irán, desbloquear los fondos iraníes congelados en los EEUU y animar a los europeos a levantar sus sanciones, mientras procura convencer a un Congreso hostil de las ventajas del acuerdo. No lo tendrá fácil y tampoco hay que descartar que haya dinamiteros del lado de Irán que piensen que contra América se vivía mejor. Un primer indicador del ambiente en Teherán nos lo dará la forma en la que los iraníes celebren el aniversario del asalto a la embajada norteamericana en Teherán que es precisamente mañana, el lunes 4 de Noviembre. Y dos días más tarde, el 6, empezará la segunda ronda de las conversaciones de Ginebra. Sería una pena no aprovechar esta oportunidad...si es que se concreta.

* Embajador de España. Twitter: @jorge_dezcallar