Es muy hipócrita disculparse ante los televidentes por haber enfocado el cuerpo sin vida de un ser humano, cuando llevas días movilizando cámaras buscando esa imagen. La disculpa del presentador de ‘Mañaneros’ (TVE1), Jaime Cantizano, diciendo que las imágenes del joven fallecido, Álvaro Prieto, nunca debieron emitirse, no es más que la punta del iceberg de una hipocresía televisiva, generalizada, y detestable.

Ya el viernes pasado ‘Mañaneros’ estuvo conectando en directo con Sevilla por si sus cámaras allí desplazadas encontraban algo. No solo lo hizo TVE, también otras cadenas. El lunes por la mañana Cantizano nos decía, pletórico: "¡Hemos estado anoche con la UME durante las labores de búsqueda!". O sea, resaltando la potencia televisiva de su programa: cámaras de día, cámaras de noche, rebuscando en paralelo con los efectivos militares. ¿Qué pretendían con este despliegue televisivo? Encontrar a Álvaro, claro, y a ser posible en directo, en exclusiva, antes que otros programas.

No se necesita ser un genio del análisis deductivo para saber que solo había dos posibilidades: o le encontraban vivo, o le encontraban muerto. Esta última posibilidad no les frenó. Su ausencia de ética informativa o respeto a la familia ha sido total. TVE retiró de inmediato el ‘Mañaneros’ de su web, incluso de la Guía TV de Movistar. Querían que no quedase constancia de lo que ya había quedado constatado. Recurso comprensible, pero estéril. Ya lo habían visto 277.000 espectadores, un 8% de cuota de pantalla.

Estoy viendo en ‘En boca de todos’ (Cuatro) cómo siguen escarbando sobre Álvaro. Entran en detalles de morbo incalificable. "La descarga eléctrica entró por el abdomen y salió por las manos (...) Si hubiese sido corriente continua, se habría roto el ritmo del corazón, la sístole y la diástole". Es decir, hurgando con siniestras especulaciones. Son los mismos que semanas atrás, en ‘Código 10’, para ‘ilustrar’ el asesinato de Tailandia, sacaron un repertorio de cuchillos carniceros, y serruchos, y nos enseñaban cómo se descuartiza mejor un cadáver.

En general, en los programas llamados magacines, de mañana y de tarde, el tratamiento de los sucesos con víctimas humanas vive un esplendor macabro. ¿Cómo deben estar viviendo los padres de Álvaro esta truculenta delectación televisiva sobre la muerte de su hijo? Todo esto es muy canalla.