Por ahora no hay reportero que pueda meterse en el coco de nadie, ni cámara oculta que valga, por más que se resientan las chonis de Marta Fernández o los putiferios de Mercedes Milá cuando hace mojigangas no para su corral de Guadalix sino para 'Diario de'. Nadie puede entrar con una cámara y registrar lo que piensa un coco en el momento en que se piensa y luego emitir las imágenes de lo pensado. Especulemos.

Este fin de semana ha sido un bluf mediático. Vale, ya tenemos al encartado entrando a pie, tieso como un palo, delgado como un suspiro, declarando memorizaciones que nadie parece haber dirigido para conseguir lo mínimo, credibilidad, ya sabemos que su esposa espera al amado en el palacio, y que el encartado está que se sale porque lo que él ha hecho para la vuelta de la III República es muchísimo más de lo imaginado. Lo sabemos.

Pero los perros viejos también sabemos que lo mismo que nos lo dan, nos lo quitan, que la esposa se benefició del chorro líquido de dinerillo público usado con clamorosa jeta de delincuente con pachorra que piensa que nadie le quitará sus privilegios y prebendas, pero oh, la esposa no está llamada a declarar porque no se ven indicios de humedad en las paredes del hogar, es decir, que ella no iba de aquí para allá diciendo soy la hija de, señor Camps, señor Matas, señora Barberá, fírme aquí el contrato, así que a esperar en palacio la llegada del esposo con la bolsa llena. ¿Qué saben de estas cosas las mujeres? Nada. Los dineros son cosa del hombre. Ellas son más de detergentes y friega suelos. ¿Qué has hecho hoy, Urdangarín?, preguntan en l sección de El Intermedio. Propongo otra, que por ahora no podemos responder. ¿Qué pensará Marichalar del circo?