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Maldeojos

Podría ser peor

Nieves Herrero, a la izquierda, y la presentadora Isabel Gemio.

Cuando hoy vemos a Wyoming sentado en el pico de la mesa para enfatizar las grandes ideas, las noticias a destacar, hemos de saber que José María Carrascal, el hombre de las corbatas de colorines, ya lo hacía hace 25 años. Cuando creíamos que el tótem Iñaki Gabilondo se inventó lo que conocemos por informativo de autor, hay que recordar que hace 25 años ya lo hacía el periodista aquel que, lo recuerdo como si fuera hoy, hacía que me levantara del asiento, tan ultramontano, y tan tendencioso como Wyoming, pero sin su humor. Estos días lo han paseado por algunos programas de la casa como se saca cada equis tiempo una reliquia, desempolvada para la ocasión y venerada con respeto, y con nostalgia en el caso de este hombre ya retirado. Ahora lo veo y me resulta un señor entrañable al que le ponen imágenes de entonces y él mismo, más calmado, quizá más sabio, reconoce que se pasaba de vehemente. Un cascarrabias venido a menos. También le sacan el archivo y se lo tiran al pescuezo a Javier Cárdenas, el tío que se come más sílabas por segundo que Susana Griso, que se las come como chuches. Tenía 20 años cuando lo mandaban a hacer reportajes con los friquis de la época, con el mítico Carlos Jesús, con Javi el mariquita, un cocinero jovencillo que decía que la cocina con amor es como los hombres, que si los tocas, atemperas, y los calientas, te lo dan todo, el Niño del Mechero al que la Sole le tiró un huevo mientras lo entrevistaban y, colgado como un mono, desdentado y ojeroso, soltó su "Sole, que te meto un guantazo, mierda..". La semana pasada, con píldoras rescatadas de un olvido no del todo olvidado, con el poder que tiene la imagen, Antena 3 emitió joyitas en sus diferentes programas para recordar sus series, sus concursos, sus magacines, sus estrellas, sus momentos de gloria.

Líneas rojas

25 años de una tele dan mucho juego para escarbar en su archivo. Cuando los reyes asistieron en el Palacio de Cibeles madrileño a la fiesta del 25 cumpleaños de la joven pero ya experta cadena, Felipe VI destacó que fue la primera privada que rompió con el monopolio de la tele pública, y que apostó por la información, el entretenimiento, y la emoción. Lo mismo dicen de sí mismas las cadenas que llegaron después. Y cada una interpretó a su modo lo que significa informar, entretener, y emocionar. Depende de cada espectador el reconocerse en esas premisas o en considerarlas vejatorias, alejadas de tu idea de información, entretenimiento y emoción. Yo, por ejemplo, no consigo creerme la información que me da Pedro Piqueras en Telecinco porque estoy tenso, sabiendo que en cuanto me descuide, zas, me colará una retahíla de tonterías, cebos, y trampas informativas que tienen que ver con el entretenimiento sensacionalista, pero no con el periodismo riguroso. Ni me reconozco en lo que esa cadena entiende por pasar un rato entretenido o emocionante si eso significa estar pendiente de los alaridos de loca actriz de un tal Víctor Sandoval, que no conoce el ridículo. Antena 3, hoy por hoy, ha conseguido que su programación nada tenga que ver con la cadena de la chusma. Pero le ha costado. Ha ido dando palos a ver cómo, dónde, y por qué ponía el huevo así, y aquí, y no allí, y de la otra manera. Se ha ido quitando de en medio programas que pretendían parecerse a los que, con pestosa maestría, firma Telecinco, y por eso desapareció ¿Dónde estás, corazón?, o programas de convivencia, eso que se llama de realidad, ya que nunca supo sacarle punta a ese gran montón de mierda. Antena 3 no ha creado sus propios monstruos de barraca porque no ha sabido, o quizá porque desde el principio se trazó una línea roja que no debía pasar.

Nieves e Isabelita

Sea lo que fuera, Antena 3 es hoy la cadena generalista con la oferta más variada en su parrilla, una oferta que apuesta por la producción nacional en series de calidad -atrás quedó el oscuro tiempo de Manos a la obra, que tanta rabia me daba, por zafia, estúpida y machista-, por los concursos, por magacines, por la información. Quizá fue 2009 el año en que Antena 3 dio el paso definitivo hacia la aceptable televisión que es hoy. Fue por ese tiempo cuando la cadena apostó de verdad por hacer frente, con otra parrilla, a la competencia con otro estilo de televisión menos vulgar y sensacionalista. Pero no quiero olvidar, porque las han paseado como sarcófagos de la primera época, truculenta y amarilla, a Nieves Herrero, que convirtió en nauseabundo espectáculo el crimen de tres niñas en Alcásser, y a Isabel Gemio, que se creyó en serio que ELLA era la televisión en persona. Nieves fue Nieves Horrores en esta columna porque su forma de hacer televisión me daba repelús. Cada semana echaba mano de un sentimentalismo barato y de un periodismo esquinado y morboso. La extremeña es otra cosa. El mundo giraba a su alrededor. Y aún el otro día, cuando la sacaron para recordar Sorpresa, sorpresa, en vez de hacer un guiño cómplice a la audiencia, distante, como dando a entender que sus maneras trasnochadas jamás revivirán, qué va, la tía se tomó en serio, bajó por la grada con las manos abiertas para que el público, rendido ante semejante ELLA, pudiera rozar sus dedos. Tan gilipollas como siempre. Isabel fue en esta columna Isabel Gemío porque la señora no habla, se quiebra, se desmaya de arrobo, se lame su propio cuello, gime de placer por haberse conocido. Ni el tiempo ha conseguido dulcificar el rechazo que me producen ambas elementas. Representan la peor época de la cadena. El pasado. Hoy no es así Antena 3. Emite las mejores series, tiene variedad de concursos, apuesta por un humor quizá simplón pero no insultante, programa cine -eso sí, sólo yanqui- y, sobre todo, y esa es su grandeza, se dirige a un espectador que se tiene aprecio a sí mismo. ¿Nada que objetar? Muchísimo. Pero no ahora.

Como espectador me alegro de lo que veo en Antena 3 no por todo lo que emite sino porque podría ser peor. Sus 25 años le han servido para centrarse, para darse cuenta de que hay negocio sin regodearse en la basura.

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