Leo en la pantalla de Veo7 una advertencia, "aquí hasta junio, resintoniza ya". Qué cosa me da. Es que verán, deformado, metido hasta las trancas en el denso follaje de la tele, en cuanto hablo de Telecinco, me salta el automático y mi cerebro perruno empieza a salivar porque en seguida aparece como una virgen faltona Belén Esteban, y eso que me estoy quitando, es decir, que procuro no quedarme en esa cadena, pase lo que pase, más allá de lo prudente, unos cuatro segundos. Pues bien, del mismo modo, si en la pantalla de Veo7 me escriben debajo de su logo que seguiré viendo esa maravilla en ese sitio, pero sólo hasta junio, y que he de resintonizar la nueva ubicación para no perder ripio, veo lo que veo, la lengua que va y viene de un extremo a otro de la boca de Pedro José Ramírez, cree uno, con sincera humildad, que un señor que se ha ganado su puesto en el batallón de los más torpes. Me explico. Lleva años insistiendo, pero no levanta cabeza. Supongo que tiene alguna clientela que le sigue en sus monsergas desde hace siete años, donde sólo hay espacio para tédax, titadines, y trenes y trenes cargados de etarras. La mentada Esteban es más lista, lo hace mejor. Ella lleva más tiempo hablando de Ambiciones y ahí sigue, estrella de hora punta, puntal de Televulgo, imprescindible en ese reino de amebas prescindibles.

Solemnes chuminadas

Por supuesto, la misma noche, raudo, avanzo en el mando hacia los suburbios tedeteros y entre cadenas ignotas, jamás holladas, ofertas para que me crezca el pelo y para que me crezcan otras cosas que, todo sea dicho, no preciso que me crezcan, me topo con un círculo que da miedo. Y como para mitigar el miedo los humanos echamos mano de la risa, eso hago, reír. El lunes, en Veo 7, descasaban del culebrón de la furgoneta Kangoo y del resto de protagonistas de ese vodevil periodístico porque el jefe de la flota, capaz de todo, ha de tomar un respiro aunque sólo sea para tomar impulso y convencerse a sí mismo de que ese es el camino. Y la luz. En su lugar, Ernesto Sáenz de Buruaga, que aunque ejerce de moderador, viéndolo, más bien parece el que reparte la gasolina a los tertulianos. Si el moderador es capaz de decir que "si lo de la velocidad a 110 es fuerte, lo del cambio de las ruedas es una chuminada", qué no dirán los analistas. Esa noche Ignacio Escolar es la única voz disidente, el único que discrepa abriéndose paso con mucho esfuerzo sobre el unánime gallinero, en el que también engüera su bilis uno de los clásicos del otro mundo, Hermann Tertsch. Es verdad que habla como una bala y apenas lo entiendo, y que el resto de colegas lo escucha con desdén condescendiente, esperando que acabe cuanto antes, y que el debate de la noche es jugoso, y que un sarao similar sería impensable en otra tele, es decir, en la tele, pero la TDT es otra cosa, un mundo aparte. Aún así, lo de Veo7, comparado con El gato al agua que a la misma hora excreta Intereconomía, es una exquisitez. Lo juro sobre el evangelio del periodismo.

Dos friquis más

En La vuelta al mundo guardan la apariencia reservando un asiento, al menos uno, para alguien que no zurre al Gobierno. Los gatos de Antonio Jiménez pasan de apariencias, tal como hace Mercedes Milá, que asegura que el método de Ana Rosa Quintana para arrancar exclusivas a pobres criaturas es lo que hay que hacer, que no ve ni un resquicio para cuestionarlo porque, atención, "el periodismo es esto". Vaya. Evito al lector volver al calvario que pasó Isabel García antes de, rendida y sin fuerzas, decir lo que dijo ante una cámara que parecía más bien la mirilla del cañón que la apuntaba. Todo el rato. Para La Merche, periodismo es eso. Ana Sosa y La Merche hace tiempo que perdieron lo más importante, la dignidad, y como de perdidas, al río, en él están, entendiéndose una a la otra. Patéticas y desvergonzadas. Y eso que no están en la TDT. Pero podrían formar parte de El gato al agua. Total, dos friquis más a quién le importa. La noche a la que me refiero de esta semana, para resumir, sólo diré que el más centrado de los maulladores era José María Carrascal, demostrando que hay que hacer periodismo sin complejos, y que "periodismo es esto". ¿Se puede caer más bajo en el desprestigio de la TDT, en un descrédito ganado a pulso? ¿Se puede hacer algo tan barato de forma, fondo y resultado, algo tan marrullero, deprimente, y aburrido, hasta el punto de que la TDT ha conseguido hacer buenas las parrillas de las cadenas normales, dicho normal con toda la intención?

Nunca máis

Sí. Se puede. Cuando las escandaleras se apagan, aparecen pateras cargadas de criaturas extrañas. La tele se llena de conjuros, santurrones, magos, videntes, payasos, caraduras, cuentacuentos, asusta viejas, aprovechados, esotéricos, farsantes, adivinos, videntes, extravagantes, jetas. Hay un tipo que se llama Sandro Rey. Se tiene ganado el cielo. Y las lentejas. Hay que tener mucho talento para empezar la farsa cuando la tele hierve en series, películas, documentales, rebasar la madrugada, y conseguir que algún incauto llame a un tío que se tira las horas haciendo tonterías, poniendo caras raras, y moviendo una bola de cristal porque el payo puede "conectar con tu interior" para recomponer tus energías, estrafalario menda que se despide de los ingenuos mandándoles bendiciones, como hacía gratis Carmen Sevilla. El pájaro tiene a dos ayudantas, Katiuska y Exther, con x, nombres que, como verán, sirven para el roto de la videncia y el descosido de una línea caliente. Mira, le decía una de estas meretrices de la desesperación ajena a una que buscaba trabajo, echa siete migas de pan, siete garbanzos, laurel, y miel de romero en un vaso de cristal, y pon una vela de distinto color durante nueve días. A ver si Rajoy, que calla pero no otorga, ha confiado su programa contra el paro a las brujas del garbanzo. Yo, por mi parte, aprovechando que estas pantallas de pamema irán a negro en junio tal vez las resintonice como merecen. Nunca máis.

La guinda

Quizá aún haya alguna cadena a la que no haya acudido el sin gracia Santiago Segura. Es inaudito lo de este señor. Ni puñetero chiste, pero todas sus ocurrencias tienen altavoz. Es admirable su capacidad para engatusar con sus memeces. Y ahí anda, en la ruta del bacalao en la que va repitiendo, sin salirse del guión, su panoplia de gestos, es decir, su gesto, de Susana Griso a Buenafuente pasando por Maritere Campos.