Leía la semana pasada un libro dedicado en exclusiva a una de las muchas ciudades que me fascinan de Marruecos, Tánger, de Rocío Rojas-Marcos, un trabajo minucioso que habla del dolor de la pérdida, de la decadencia de un lugar que fue centro del mundo con un fuerte acento español y hoy es un lugar oscuro, sucio, inseguro, y sí, tan fascinante y bello como siempre. Cuando uno pasea por las cuestas de la ciudad y al girar ve la ruina del gran Teatro Cervantes lo entiende todo. El que fue un referente cultural de los años treinta y cuarenta que levantó el telón en 1913 ahora es un desconchón a punto de caerse de puro olvido. Fue el mejor teatro de África. Allí actuaron los más grandes de la época en todas las disciplinas, desde políticos de ambos bandos que dieron conferencias, a las voces de la ópera más aclamadas, como el exquisito Carusso, que apenas dejó su trono en el Metropolitan de Nueva York, pero también las compañías de María Guerrero o de la mítica Margarita Xirgú. En el hotel Fuentes del Zoco Chico se alojaron las reinas de la copla que ponían en pie a los espectadores del Cervantes, Juanita Reina, Lola Flores, y la bella Carmen Sevilla. Como uno es débil, y aunque esté leyendo deja de fondo el runrún de la pantalla, casi me da un soponcio porque el viaje al pasado que estaba haciendo con el libro, poniendo imagen real a los lugares nombrados en el texto, al llegar a Carmen Sevilla creí escucharla sobre el escenario que nunca vi, pero no, lo que escuchaba era la sombra de la artista, la parodia disparatada que ahora hace de sí misma en Cine de barrio.

La casualidad quiso que el mismo día, también en La 1, Versión española emitiera una de las grandes películas de nuestro cine, El viaje a ninguna parte, historia desgarrada, tierna y dura, que retrata la vida de los cómicos de carretera en la España de posguerra casi en la misma época en que las raciales folclóricas llenaban los teatros. Fernando Fernán Gómez, conmovedor en la magistral secuencia que resume el trauma del paso de esos teatreros al cine que llega imparable, incapaz de entenderlo, patético en su fallido intento de ser actor de cine, está hablando de lo mismo que el libro sobre Tánger, de la pérdida de una época, de decadencia y nostalgia. Para algunos cómicos de perra gorda la vida fue eso, un continuo viaje a ninguna parte. La putada es que para algunas cabezas como la de Carmen Sevilla, a la que tienen que sacar con bastón, antes era Juan Carlos Cerezo, ahora es Inés Ballester, chochear es sinónimo de gracia, aunque todos vemos que es sinónimo de mala leche, y Alberto Oliart, jefe de la Corporación, de su quinta, tendría que tomar medidas, claro que al hombre se le acumulan sobre la mesa los líos en RTVE sin saber por dónde tirar con los sindicatos dando voces porque están hasta el gorro de que programas bobos de reportajillos como España directo estén firmados por productoras a las que pagan un pastón. Se preguntan si es que no hay nadie en plantilla que diga majaderías como las de Mercedes Torre y su volveremos mañana con la mejor de nuestras sonrisas, o reporteras titiriteras que salten sobre la nieve como si se jugaran la vida. Yo creo que no, que no hay. Y más. Será muy difícil encontrar entre las chicas de TVE a alguna que ande por el plató como Mariló Montero –de la productora Medina Media-, con la faldita corta y los pitones de punta.

A estas alturas hasta Pilar Rubio está pillada. Paolo Vasile le subió la falda, le cortó el escote, le apretó las tetas, y la sacó a la pista. En un día, la ex reportera canalla ha hecho el viaje y se ha "vasilizado" por completo en la red de TeleVázquez, un Jorge Javier que sigue su triunfal viaje hacia la avara ubicuidad en la cadena que le dio la vida, y casi la muerte a los espectadores, de empacho. ¿Tuvieron valor de verlo en Báilame de luxe la noche del estreno de ¡Mira quién baila!? Yo no. Por higiene. Incluso bebí a pequeños sorbos la danza de los cutre famosos. Prefiero lo que se dijo a lo que se bailó. Al fin tengo una idea clara de lo que es ¡Mira quién baila! Ni siquiera Anne Igartiburu logró explicarlo tan bien. De haberlo hecho hasta podría seguir en La 1. ¡Mira quién baila!, dijo Pilar Rubio guiñando el ojo, es un programa solidario. ¿Ven? Ahora entiendo la presencia de Carmen Lomana, esa mujer que tiene el don de hablar venciendo el pesado fardo de sus labios atiborrados de silicona. Ahora entiendo la presencia de Belén Esteban, esa mujer que está aprendiendo a casi hablar venciendo el pesado fardo de sus labios atiborrados de silicona, y entiendo el apoyo intelectual de Boris Izaguirre al grito de Belén, ánimo, tienes que combatir tus nervios, por España y por Andreíta.

Mientras la madre por la noche vivía una lucha a muerte con, literal y en este orden, los nervios, la hernia, la nariz, y que no sé qué cara poner, su hija, la niña del pollo, iniciaba por la mañana el viaje que marcará su vida de la mano de Ana Rosa Quintana, que la llevó al programa como quien no la lleva, junto a otros niños, para que no se diga, pero la semilla está echada, la niña debutó en televisión. Al día siguiente fue la noticia del día, la más leída en algunos periódicos. Este sí que es un viaje del que sabemos cuándo se inició y cómo terminará. Y qué dejará esa criatura por el camino. Otras cadenas, como hizo Antena 3, proponen a la audiencia viajes lastimeros al pasado para comprobar en el presente que Concha Cuetos, la Lourdes de Farmacia de guardia, también se inyectó porquerías en el morro. Qué plaga. ¿Es que nadie les dice que se les queda la boca como la mojama? No quería ver cadáveres, así que me alejé. También me pasa con Cuatro. La cadena quizá no lo sepa, pero lo huele, que la muerte traspasa la pantalla. Por las tardes el hedor se hace insoportable. Los efluvios comienzan con Valientes, ese culebrón de altas pasiones y bajo interés, y siguen en Lo que diga la rubia Luján Argüelles. Con lo bien que estaba en Password. Hay viajes para los que es mejor no comprar billete. Por ejemplo, miren en lo que ha quedado el muñeco de Jaime de Marichalar, en cera para velas.

La guinda

Sin publi

Esta noche, como todo lo que ocurre ahora en la televisión pública nacional, la gala de los Goya va de un tirón, sin publicidad, y sin falso directo, sin cortarle el rollito a los de los cortos, que podrán saludar a los padres y amigos y agradecerles su ayuda. ¿El de esta noche será un espectáculo a la altura de las expectativas? ¿Hay expectativas? ¿La gente va al cine pero pasa de los Goya? San Andreu Buenafuente, en ti confiamos. Amén.