Confiesa 32 años, pero resulta difícil de creer. Elijah Wood es de pequeño formato -mide 1,68 -, y en su rostro destacan unos enormes ojos azules de buena persona y una franca sonrisa de las que ya no se dejan ver muy a menudo en el universo de Hollywood. Quizá tenga que ver con que el inolvidable Frodo de 'El señor de los anillos' no piensa que el estrellato forme parte del equipaje con el que se pasea por el mundo, buscando papeles que merezcan la pena.

"Tengo problemas con ese concepto -afirma en declaraciones a Magazine-. Soy popular, pero no me considero una estrella, lo que me evita tener que estar todo el día pendiente de mantener mi lugar en Hollywood". Y añade: "Llevo tanto tiempo trabajando... Más de 20 años, pero tengo una vida fuera de mi profesión, por mucho que me apasione. No me siento atrapado en la telaraña de las celebridades ni me paso el día cavilando sobre lo que los demás piensan de mí. Creo que el público me tiene cariño, pero puedo seguir llevando una vida normal".

Sus pasos se han encaminado últimamente con frecuencia hacia estas tierras. Acaba de estrenar la hitchcockiana 'Grand Piano', de Eugenio Mira, que rodó hace unos meses en Barcelona y que califica como "una de las películas más grandes que jamás haré" y ha protagonizado 'Open Windows', de Nacho Vigalondo. En la primera, representa al mejor pianista del mundo. Un joven con miedo escénico, que vuelve a actuar y encuentra en la partitura una amenaza escrita: si yerra una sola nota, su esposa, presente en la sala, será tiroteada. La narración se produce en tiempo real, como ocurría en 'Buried', con la que comparte productores. "Fue una locura en ciertos momentos porque tenía que hacer mucho a la vez: simular que tocaba el piano, reaccionar con mi rostro a las barbaridades que me decía por un pinganillo John Cusack -la voz del villano en inglés-, mientras la cámara se movía alrededor: "¡Para que luego digan que los hombres sólo sabemos hacer una cosa a la vez!", comenta con una carcajada.

Pondera especialmente su trabajo con cineastas españoles - ya participó en 'Los crímenes de Oxford', de Álex de la Iglesia-, y por ello se muestra tan de acuerdo con las voces que se han alzado contra el Gobierno actual por su desafección por el cine español. "Deberían entender que el cine español es único e irrepetible. Es orgánico y tiene directores que poseen su propia voz y son extraordinariamente valorados en el ámbito internacional", subraya.

El actor norteamericano combina su participación en películas fuera de su país con otras bajo palio de Hollywood o creadas en el ámbito independiente. "Yo no hablaría de preferencias; son oportunidades. Se cree que yo vengo del mundo de las superproducciones, porque hice la trilogía de los anillos, pero allí estábamos en una burbuja, no nos parecía que fuera tan grande. Parecía una película independiente en la que no faltaba de nada", explica entre risas.

"Es en las cintas con menos presupuesto y más libertad artística donde me siento más cómodo; con guiones que no parezcan fotocopiados de otros, con directores que se entusiasmen...". De eso, confiesa que anda sobrado y no le pesan sus dos décadas de plató en plató. "Tengo la inmensa fortuna de que no hay una película igual a otra. Cada una marca una experiencia en la que me relaciono con un grupo nuevo de gente y me lleva a un lugar diferente cada vez. Y siempre, siempre, acabo aprendiendo algo que me sirve para mi trabajo y para mi vida".

Modelo infantil desde los 9 años, debutó en la tercera parte de 'Regreso al futuro', a la que siguieron filmes como 'Tormenta de hielo', de Ang Lee, o taquillazos como 'Eternamente joven', con Mel Gibson, o 'El buen hijo', junto a la megaestrella infantil de los noventa Macaulay Culkin. Sus carreras se unieron entonces, pero después no han podido ser más divergentes. "Desgraciadamente, muchos chavales han visto sus vidas rotas por diversas razones. Nadie sabe por qué dejaron de tener éxito sus películas o por qué aparecen en los tabloides casi a diario. Yo recuerdo aquel tiempo con enorme cariño, viajando con mi madre; siendo niño, pero orgulloso de que, en el trabajo, me tratasen como adulto. Y cuando llegó a mi vida Frodo, y luego se fue, tampoco sentí un vacío a mis pies, porque aunque tal vez sea el papel por el que se me recordará siempre, mis expectativas no están puestas en quedarme en la cima ronroneando y dejándome querer. Yo quiero buscar, descubrir, pinchar música, leer, escribir, quién sabe si dirigir...".