No es un giro a la derecha, es un giro hacia el abismo plagado de incógnitas. Hacia el nacionalismo identitario, hacia el racismo y en contra de todos los ideales de estabilidad económica, libertad y democracia que representa la Unión Europea, hoy mucho más debilitada después del resultado electoral del domingo en uno de sus países fundadores. Italia ha votado ultraderecha, populismo, soluciones milagrosas a problemas complejos, con el menguado Berlusconi como llave necesaria para que la coalición que encabeza Giorgia Meloni, quinta en 2018, obtenga la mayoría en ambas cámaras, en un panorama de crisis e inflación acentuado en todo el continente y que castiga especialmente a los ciudadanos menos favorecidos. A España le llegará su turno, su cita con las urnas, a finales de 2023, con el PP ahora en tendencia creciente y Vox perdiendo comba y con problemas internos tras las andaluzas. Pero en el actual contexto económico, las expectativas políticas de hoy quizá sean mañana cenizas. Catorce meses para las Generales puede ser muy poco tiempo para Sánchez y demasiado para Feijóo.
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OPINIÓN