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SANIDAD

Un robot de pago para que los niños con problemas de neurodesarrollo ganen movilidad

La consellera Gómez comprueba en la Fundación Nemo las ventajas de un ingenio para recuperar funcionalidad cuyo uso no se financia

Así es la terapia robótica de la Fundación Nemo para niños con dificultades de movilidad

Así es la terapia robótica de la Fundación Nemo para niños con dificultades de movilidad DM

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Así es la terapia robótica de la Fundación Nemo para niños con dificultades de movilidad I. Olaizola

Julià cumplirá 12 años el próximo noviembre y era un niño normal hasta que en su primer año de vida una parálisis cerebral le condenó a pasar el resto de su existencia en una silla de ruedas. 

Solo su madre, Ángela Fernández, puede saber lo que una desgracia de estas dimensiones te puede cambiar la vida. «Ahora tiene una dependencia total salvo el control que aún mantiene sobre los esfínteres. Desde que te sucede algo así pasas a convertirte en una investigadora para intentar retornar algo (de la movilidad perdida)», señala su progenitora. Por eso ha recibido como una bendición que la Fundación Nemo, entidad que trata a niños con graves problemas de neurodesarrollo, adquiriese el robot de fabricación noruega Innowalk pro. 

Hasta 1,45 metros

«Está diseñado para que se ejerciten niños de una altura de 1 metro como mínimo hasta 1,45 como máximo. Los colocamos en una posición bípeda y se activa un sistema de marcha para que puedan experimentar el movimiento de andar. Estas sesiones son tremendamente beneficiosas para que mejoren su tono muscular, su capacidad cardiorrespiratoria y sus funciones digestivas», explica la fisioterapeuta Elena Ara antes de comenzar a manipular el ingenio robótico.

Que el efecto de la utilización de este robot es benéfico queda demostrado con la sonrisa que exhibe en todo momento Julià al poder caminar gracias a él. Se observa en un espejo lateral, como hemos hecho todos en alguna ocasión al vernos reflejado en un escaparate cuando paseamos por la calle. Y sonríe sin disimulo, comprueba que él también puede andar.

«Tras varias sesiones, un día me sorprendí al comprobar que podía quitarle los pantalones con facilidad, una acción normalmente difícil porque tiene las piernas combadas. Y caí en la cuenta de que había sido el ejercicio con el robot lo que se las había enderezado», explica su madre una mejora que se malogró en parte al tener que suspender las sesiones por las vacaciones de verano y que ahora confía en recuperar con nuevas ejercitaciones.

Lo que sí lamenta Ángela Fernández es que estas sesiones que han demostrado su eficacia no estén sufragadas por la Seguridad Social. Ella paga 40 euros cada vez que su hijo se ejercita durante 45 minutos en el robot y lamenta que los casi 400 usuarios que acoge la Fundación Nemo tan solo tengan subvencionada por la conselleria de Asuntos Sociales la atención temprana de 0 a 6 años para estos niños con graves problemas. Unas ayudas que incluso se les hurtan a las familias con niños con mayor dependencia que deben acudir a escuelas especiales para que estén mejor atendidos.

«No puede ser que un adulto que sufra un accidente con secuelas neurológicas pueda ser atendido con todo tipo de maquinaria en el Sant Joan de Déu y que las terapias rehabilitadoras para los niños sean de pago», denuncia una madre que debe destinar cada mes 500 euros de su magro salario para sufragarlas o inventarse acciones solidarias como la recogida de tapones de plástico. 

La consellera de Salud, Patricia Gómez, visitó ayer la Fundación y departió largamente con Ángela y comprobó en persona la alegría y el benéfico efecto del robot sobre Julià. Unos beneficios que una sanidad pública que se precie no debe dejar al albur de la mayor o menor capacidad adquisitiva de las familias que padecen estas problemáticas.

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