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OPINIÓN

En un año, todos contagiados

Cuesta cerrar los colegios con Son Moix abierto. B. RAMON

Los 3.607 nuevos casos de covid registrados ayer en Baleares se entienden mejor calculando que, de mantenerse este ritmo, en un año se habría contagiado toda la población del archipiélago. En once meses, para ser más exactos en tiempos de alta susceptibilidad calculística. Esta propagación fulgurante contrasta con el diez por ciento actual de la población que ha padecido la enfermedad.

Conviene recordar que los 3.607 casos no contemplan al batallón creciente de asintomáticos, salvo que hayan tomado la precaución de someterse a un test. Si se desea amortiguar el impacto, Estados Unidos superó ayer el millón de nuevos contagios, en el mismo rango que Baleares tras la corrección demográfica. Suecia, Rumanía... la oleada vuelve a ser planetaria. Ciñéndose a los casos activos actuales sin necesidad de proyecciones, los treinta mil enfermos vigentes no solo alcanzan la proporción de uno de cada cuarenta habitantes, sino que amenazan con estrangular la actividad económica, escolar y sanitaria del archipiélago. Se trata de nuevo de un fenómeno global, con el Reino Unido al borde de la parálisis hospitalaria y con Australia desplegando a enfermeras con covid para atender a pacientes no contagiados. Pronto nos alcanzará la polémica, y los entusiastas de los confinamientos «bajo custodia policial» reclamarán que los enfermos con síntomas leves continúen con su actividad laboral, «para salvar vidas». De los contactos estrechos citados por el IB-Salut para una primera PCR quince días después de la sospechosa intimidad, ni se habla.

Gobernar Baleares, Estados Unidos o Australia en estas condiciones no es una situación envidiable. La línea dominante de la gestión política mundial del coronavirus se resume ahora mismo en esperar a que amaine. En la vertiente educativa, la tendencia homogénea apunta a la apertura de las escuelas. En Mallorca, ayudarían unas cifras más estimulantes de vacunación infantil. De nuevo a la cola, al igual que en los restantes segmentos de edad. De nuevo sometidos al contorsionismo autoexculpatorio del Govern, más próximo a la superstición que a la ciencia para justificar sus retrasos.

El regreso a las aulas de Baleares el próximo lunes se juega a cara o cruz, pero sería injustificable clausurar los colegios y mantener la restauración abierta. O autorizar un 75 por ciento del aforo de Son Moix, cuando se culpa a un solo concierto al aire libre de la explosión de casos en Puerto Rico, isla hermana de Mallorca.

La población ha asumido la decisión de vivir peligrosamente bajo la pandemia con buen ánimo. Las explicaciones se deben exigir a las autoridades incongruentes, que el pasado junio prolongaron un toque de queda con incidencias por debajo de cincuenta. Este índice supera hoy los 1.600 casos con una política de puertas abiertas. ¿De qué sirvió aquella tortura?

El dilema educativo se trasladará a los padres. En la gripe asiática de los cincuenta y en la de Hong Kong de los sesenta no se llevó a cabo confinamiento alguno, pese a que la segunda postró en la cama a la mitad de la población estadounidense. Simplemente, los progenitores se pronunciaban por el absentismo de sus hijos en proporciones apreciables.

No conviene acomplejarse por las medidas zigzagueantes o los déficit vacunales. El Israel de la cuarta dosis, cuántas alabanzas se han vertido en su nombre, bate marcas de contagios y se encomienda a la inmunidad de rebaño a lo bestia, la que surge de la infección masiva de la población. En cambio, Sudáfrica ha retirado las restricciones, sin que ómicron haya disparado allí las cifras de muertos. Ya lo han sugerido las autoridades, recen a Sant Antoni y Sant Sebastià para implorarles que Mallorca salga en dos semanas del marasmo. O si no.

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