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Gerald Delgado, armador del ‘Cala Millor’, posa en la proa del histórico pailebote, amarrado en los diques de Astilleros de Mallorca. | MIGUEL VICENS

El ‘Cala Millor’ regresa a casa 75 años después de su botadura

El pailebote de mayor porte construido en Mallorca y el último de su clase vuelve a la isla, a los diques donde fue construido en 1946, ocupados por Astilleros de Mallorca

Subir a bordo del Cala Millor y poner un pie en su maciza cubierta de madera de pino es la mejor manera de descubrir el último buque de una clase legendaria que se construyó en Mallorca. Y quizá también el de mayor porte, con 42 metros de eslora, ocho de manga, 171 toneladas de desplazamiento y dos mástiles que aparejan doce velas.

Gerald Delgado, su armador, es la persona que salvó esta joya de la historia naval mallorquina y la mantiene activa, con las licencias en regla para seguir trasladando pasajeros y mercancías en todo el litorial europeo, como en su origen, como si lo acabaran de botar para volver a recorrer las rutas marítimas del transporte de mercancías entre Mallorca, la península y las costas francesas. Su identificación con el pailebote es tan grande que advierte de antemano a su interlocutor. «Cuando estoy a bordo quien te habla no soy yo sino el barco», señala. «Fíjate por ejemplo en los grandes yates que nos rodean en el puerto de Palma, perfectos, de diseño vanguardista y cargados de tecnología, cuidados hasta el mínimo detalle. Y ahora pregúntate cuál de ellos conseguirá seguir a flote y activo dentro de 75 años, como lo ha hecho el Cala Millor», subraya orgulloso Delgado mientras su mirada recorre de proa a popa las formas suaves de la goleta, amarrada en uno de los diques de Astilleros de Mallorca.

El histórico buque ha regresado a casa para una puesta a punto, a las gradas donde hoy está Astilleros de Mallorca y fue construido por mestres d’aixa en 1946, siguiendo los patrones de los grandes buques de cabotaje británicos. «También hemos venido a Mallorca por la devoción que siento por don Diego Colón de Carvajal, consejero delegado de Astilleros de Mallorca. No es habitual encontrar profesionales con esa energía y respeto por el patrimonio marítimo español», asegura el armador, que lleva el mar en las venas y ha navegado por todo el Mediterráneo y el Atlántico.

Delgado no se opone a que el buque pudiera dedicarse en el futuro a labores educativas y patrimoniales, pero rechaza de plano meterlo en un museo. «Los barcos mueren en tierra», asegura. «El Cala Millor necesita estar vivo y navegar. Meterlo en una vitrina sería su fin». Y a eso el veterano armador no está dispuesto. Sigue soñando con un futuro comercial en el que un buque como el Cala Millor pudiera seguir trabajando, sin intermediarios, de vendedor a comprador, en pequeñas rutas más cercanas y sostenibles.

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