El peso de Iago Negueruela es tan apabullante en Madrid que la sorpresa consiste en que no ocupe un ministerio en la capital. Rendido por el estrés y sus secuelas anímicas, Armengol pretendió sustituirlo con un triunvirato redondeado con Pilar Costa y Juan Pedro Yllanes, con éxito fácilmente descriptible. Ante la inmensidad de la tarea a acometer, fue inevitable el regreso del Conseller para Todo, con potestades ampliadas.
La obsesión de Mister Govern ha consistido en proteger a los trabajadores y a las empresas viables. Como Negueruela no ejerce de diplomático, ha empleado a menudo el apelativo de zombies, para las sociedades irrecuperables que desean sobrevivir de modo ficticio a costa del contribuyente. En las reuniones con los afectados, se ha expresado con dureza contra la salvación de entes artificiales.
Las ayudas en cientos de millones a empresas en apuros surgen de burgueses que fueron hormigas ahorradoras, y no se pueden malgastar desde la perspectiva de la misma derecha que demanda auxilio. De ahí el pecado original de que el dinero no vaya de ciudadano a ciudadano. La dictadura castrista del Reino Unido garantizó la integridad de sueldos de hasta tres mil euros, y solo efectúa aportaciones con entrada en el accionariado.
Si Negueruela no respeta su regla de ayudar solo a los vivos, se bloqueará la llegada urgente de los jóvenes emprendedores, los únicos que pueden salvar con propuestas originales a la Mallorca pospandemia.
