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Boulevar | El Govern ha de regañar menos y vacunar más

El Govern ha de regañar menos y vacunar más

No sé ustedes, pero estoy un poco harto de la gira estatal de Francina Armengol reprendiendo a los mallorquines por «irresponsables» y por su «relajación», un término de hondas resonancias franquistas. Aunque dominada por la urgencia de ocultar que la comunidad de restricciones más esclavistas también posee las cifras más elevadas de coronavirus, con 707 contagios el viernes, la presidenta aporrea a sus súbditos con más saña que Felipe VI a los catalanes. Está tan ocupada denigrando a su tierra que se ha olvidado de la vacunación.

El Govern ha de regañar menos a sus ciudadanos y vacunarlos más. Como farmacéutica, Armengol tendría mejor encaje inyectando Pfizer que recordándole al mundo que los mallorquines son una raza viciosa y lúbrica. La «relajación de costumbres» que la presidenta esgrime por doquier es la misma expresión sancionada oficialmente por la fiscalía de Franco, precisamente para denunciar el comportamiento de los primeros turistas.

La asociación sin pruebas de los contagios desatados a la «relajación» le cuadraría al president del Govern cuya esposa destituía a los consellers que se emparejaban con una divorciada, pero suena inesperada además de impostada en Armengol. De hecho, desmiente al Servicio Balear de Epidemiología de su Govern, que centra los contagios en el ámbito familiar donde se nos confina. Con todo, la presidenta puede seguir predicando en su triunfal tournée televisiva que «la relajación de costumbres no es propia de un pueblo que acaba de luchar en reciente y gloriosa cruzada», por ponerlo en boca del gobernador civil de Vizcaya al comienzo de la dictadura.

Mientras el Govern se lamenta de tener los peores votantes del mundo y sus vacunas inutilizadas se almacenan en los congeladores, Canarias formaba a 150 enfermeras para administrarlas. Islandia se ofrecía pionera para la liberación de la pandemia y pretende inmunizar a toda su población antes de junio. Al ritmo actual de un vergonzoso 33 por ciento de las míseras trece mil dosis recibidas, la vacunación de Balears se prolongará de siete a diez años, cuando el coronavirus haya sido superado por sus herederos y los primeros vacunados hayan perdido la inmunidad.

Se aducirá que la misma desidia reina en el resto de España, pero Balears es la zona más contagiada y necesitada de la redención económica. En lugar de denunciar a los mallorquines, qué bonito hubiera sido presentar un plan que colocara a la comunidad al frente de la vacunación, que obligara al semanario Time a proclamar como en junio que «la esperanza de Europa entera reposa en Mallorca». No sueñen, también Hawai y todas las islas del Caribe se adelantaron al Govern que se negaba a las PCR en origen.

Ni siquiera mencionaremos en este repaso insular a Nueva Zelanda, que presume de covid free cuando nosotros somos free covid, coronavirus gratis para todos. Apetece acusar al Govern de ultraizquierda de relajación, pero sus comisarios nos acusarían de promiscuidad franquista. Por cierto, ya sabemos que Més anda muy atareado en la preservación del acento circunflejo, y Podemos en el mantenimiento de los sobresueldos pero, ¿qué se hizo del prometedor Iago Negueruela, responsable de Turismo y Trabajo? Puede alegar que esas dos actividades han desaparecido.

Armengol se conjura en «salvar cada vida», pero dilata la vacunación salvavidas de sanitarios al miércoles, y reposa las jeringuillas en festivos. Al revés que otro «petit país», por usar la expresión de Antich, llamado Israel y que vacuna 24 horas. El Govern tampoco aclara por qué cada nueva restricción se salda con un aumento de contagios. Para salir de la parálisis vacunadora, ha de consultar a los que saben. Los hoteleros mallorquines tramitan cada año a quince millones de turistas sin que se pierda ni uno, limpios y alimentados. ¿Es más complicado pinchar dos veces a un millón de relajados mallorquines? Los escépticos sobre las vacunas milagrosas hemos de aguijonear a la autoridad con un interrogante final. ¿Por qué un mallorquín puede pedir hoy una pizza pero no una vacuna, cuando ambas están en la isla?

En la imagen que hoy nos ilustra, se registra la temperatura vigente en las aulas del instituto de Porto Cristo el pasado viernes a las ocho de la mañana. En efecto, son los mismos seis grados que también imperaban ese día en todos los despachos de altos cargos del Govern, solidarios con las condiciones de frígida ventilación en que han de trabajar alumnos y profesores. Seguro que los dirigentes autonómicos citados también llevan mascarilla en sus cubiles, según imponen sus leyes. Y así sucesivamente.

Reflexión dominical reivindicativa: «Lo único que se le puede exigir a un año nuevo es puntualidad».

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