El confinamiento no ha sido igual para todos. Un informe del Observatorio Social de las Illes Balears (OSIB) señala cómo los colectivos más vulnerables han sufrido graves dificultades añadidas al encierro forzoso por la pandemia del coronavirus. El estudio apunta a quienes residen en viviendas precarias, las familias monoparentales, las víctimas de violencia machista, los ancianos que viven solos y los menores con escasos recursos como los grupos sociales que más han padecido los efectos de la cuarentena. El documento señala que el confinamiento "da señales clave de puntos urgentes de intervención" e incide en la necesidad de actuar ante un posible repunte de la pandemia.

El OSIB destaca que el 33 por ciento de las viviendas de Balears presentan algún problema para sus residentes, como ruidos, falta de espacio, contaminación y delincuencia. Resalta que el acceso a la vivienda se ha complicado por el aumento del alquiler turístico, lo que ha llevado a que sea frecuente aceptar las malas condiciones de un inmueble para instalarse. Así, muchas personas han vivido el confinamiento en domicilios con graves carencias y sobreocupados, especialmente inmigrantes, mujeres y jóvenes con escasos recursos.

La cuarentena fue especialmente dura para las 43.000 familias monoparentales de Balears, sostenidas en un alrededor de un 80 por ciento por mujeres. El informe señala que la mitad de estos hogares están en riesgo de pobreza y exclusión. El OSIB destaca que un 25 por ciento afronta todavía gastos hipotecarios y otro tanto paga alquiler, lo que sitúa a estas familias en una situación de inseguridad, al estar mantenidas por un solo sueldo. Además, señala que quienes están al frente de estos hogares cumplen "sí o sí" una doble jornada laboral y doméstica, debiendo recurrir en muchas ocasiones a los abuelos para hacerse cargo de los menores, pese a ser un colectivo especialmente vulnerable ante el virus.

Las personas mayores son precisamente otro de los colectivos que, según el OSIB, ha afrontado en peores condiciones la cuarentena obligatoria. La situación ha sido especialmente grave para los 44.000 mayores de 65 años que viviven solos en Balears. El observatorio incide en que muchos de ellos tienen contratadas personas para sus cuidados, una atención complicada por la restricción de movimientos impuesta por la crisis del coronavirus. También destaca el informe que los mayores son los que poseen menores conocimientos tecnológicos, que tanto han permitido a la población en general contactar con sus allegados de manera virtual. Casi el 70 por ciento de los mayores de 75 años no utiliza internet semanalmente y solo un 35 por ciento lo ha usado alguna vez. También apunta el documento a los ususarios de residencias, que han visto restringidas sus visitas durante meses, con las consecuencias que acarrea para el desarrollo personal y social.

La pandemia ha implicado además un "empeoramiento de las desigualdades educativas preexistentes", señala el OSIB. Por un lado, apunta a las dificultades de algunos alumnos para seguir las clases de forma telemática, pues casi un 5 por ciento de los hogares de las islas no dispone de ordenador y muchas familias tienen dificultades para acceder a conexiones de internet con suficiente ancho de banda, "un lujo para las más empobrecidas". Por otro lado, resalta cómo el confinamiento ha privado a miles de menores en situación vulnerable de "un espacio de socialización y convivencia como es el colegio". Sobre el cierre de los centros educativos, prolongado durante la desescalada, cuestiona que es "muy descompensado en relación a otras actividades que hace semanas volvieron a la normalidad".

Encerradas con su maltratador

El informe sitúa también a las mujeres que sufren violencia machista como uno de los colectivos peor parados durante el confinamiento. Las llamadas al teléfono 016, de atención a las víctimas de violencia de género, aumentaron entre marzo y abril un 60 por ciento. El OSIB considera significativo que el 75 por ciento de las mujeres que contactaron con el Institut Balear de la Dona durante el encierro colectivo lo hacían por primera vez. "Es evidente que el confinamiento es un factor de riesgo para las personas que conviven con su maltratador, que ven más complicado pedir ayuda, por estar controladas y vigiladas por su agresor las 24 horas", apunta el estudio del observatorio.