La intensidad dialéctica y los sorprendentes votos de Més y el PP ayer en el Parlament dieron un poco de vidilla a los plenos insulsos que han marcado esta legislatura. Estamos en campaña -nada de precampaña-, y cada partido tiene que marcar perfil propio.
Por un día, Francina Armengol abandonó su tono insípido y volvió a crecerse en una réplica a Biel Company ("deje de hacer el ridículo como el señor Pablo Casado"). De paso la presidenta se reconcilió con su necesario aliado Jaume Font -el tema de los okupas ya lo trajo a esta Cámara el Pi, usted debía estar durmiendo, le espetó al líder del PP-, tras el zasca que le había lanzado al 'pobler' la semana pasada, recordándole su paso por el Senado.
El maltrato económico que nos sigue dispensando Madrid le fue perfecto a Més para marcar diferencias una vez más con el PSOE. De la dura crítica verbal de Miquel Ensenyat a los socialistas por el REB, los nacionalistas pasaron a los hechos: se logró así un pronunciamiento rotundo del pleno en contra de las cuentas de Pedro Sánchez. El único reparo a su estrategia es que son ellos los que se suman a la derecha, en lugar a arrastrarla.
En cuanto al candidato popular, sigue sin saber quién es. Company se levanta regionalista, y a la mínima que recibe un tuit del entorno madrileta se acuesta españolista. Ayer incluso se las dio de feminista, al votar con la izquierda para censurar los pactos de su formación con Vox. Si transmite esta desorientación a sus votantes, acabarán en el partido más inesperado.
