La teórica recuperación económica excluye todavía a una buena parte de la población, obligada a recurrir a los servicios sociales porque los números no cuadran. En la Mallorca de los récords turísticos y de la burbuja, entidades sin ánimo de lucho como Mallorca Sense Fam intensifican su actividad para atender a más personas que el año pasado. Son residentes -incluyendo parados, pensionistas y trabajadores precarios- que necesitan llenar una cesta de comida y productos de primera necesidad al menos una vez a la semana para mantenerse a flote.
"Necesito venir aquí porque con la pensión de viudedad no me basta. Menos mal que no pago ni alquiler, ni hipoteca, pero necesito esto para apañármelas", cuenta algo azorada María Consuelo. "A veces te entran ganas de darte media vuelta... Pero bueno, me va muy bien. Hay más gente que lo necesita, pero no vienen porque no se atreven. Mira, el estómago no tiene vergüenza. Y si hay que echarle valor, se echa", sentencia esta mujer.
Mallorca Sense Fam recibe comida del Banco de Alimentos y de donaciones de empresas y particulares. Atiende a alrededor de quinientas familias cada mes en un local situado en el barrio de Son Espanyolet. "Viene mucha gente del barrio, de Santa Catalina y Son Armadans, barrios de Palma que se han revalorizado pero en los que viven personas que pasan mucha necesidad", explica Joan Martorell, vicepresidente de la entidad.
Día de reparto
Es miércoles, día de recogida, y los usuarios desfilan ordenadamente por las distintas mesas para recopilar frutas, verduras, pasta, galletas, lácteos, papillas y otros productos de primera necesidad. Una veintena de voluntarios informa, reparte los alimentos -hay una cantidad máxima por cada beneficiario-y se encarga de que todo fluya con normalidad.
"No tengo los papeles en regla y es muy complicado encontrar un trabajo estable. Mi pareja trabaja a media jornada y con lo que gana solo nos alcanza para pagar el cuarto en el que vivimos con nuestra hija", explica Jennifer. Ambos pagan 350 euros al mes por una habitación en un piso compartido.
Pese a todo, esta peruana ve el futuro con optimismo. "En mi país es peor porque allí las cosas están muy difíciles, pero no tenemos este tipo de ayuda. Estoy convencida de que pronto encontraré un trabajo y nuestra situación mejorará. Haremos todo lo que esté en nuestra mano para que mi hija salga adelante", afirma.
Francisco, nacido en el barrio palmesano de Santa Catalina, acumula más de tres años en paro. "¿Qué recuperación económica?", se pregunta. "Una amiga ha encontrado un piso en los apartamentos Pullman: cobra 380 euros por un trabajo a media jornada y paga 350 por la habitación. ¿Cómo va a subsistir así?", dice indignado.
"Tengo muy pocas esperanzas en que vaya a haber un cambio para bien. Ya no se trata de que suban los salarios, sino de que no te suban el alquiler o los impuestos", asevera este mallorquín.
Manamú, senegalés con cinco años de residencia en Mallorca, presume de su doble condición de beneficiario y voluntario. "He intentado encontrar un trabajo estable, pero no ha sido posible. Por otro lado soy muy sentimental y me gusta ayudar a los demás. Aquí he visto a gente con muchos problemas; africanos y gente de mi país, pero también mallorquines".
Martorell desmiente que la recuperación económica esté llegando a todos los bolsillos. "Este año vamos a repartir más comida que el año pasado, y en muchos casos a personas con unos ingresos aceptables que se quedan limpios después de pagar el alquiler. Personas que cobran 1.300 euros y que necesitan ayuda para llenar la despensa", asume.
Mallorca Sense Fam atendió a 5.280 personas a lo largo de 2017, cifra que será ampliamente superada este 2018. Aumenta el número de beneficiarios y también la cantidad de alimentos repartidos: 220.986 kilos el año pasado frente a los 222.525 que ya se han entregado durante este ejercicio.
