Cuando resulta más fácil y barato estacionar en un centro comercial o en un complejo de ocio que en un hospital público de referencia, significa que las constantes vitales del tejido social están un tanto desajustadas.
Son Espases nació con el imperdonable defecto congénito de la práctica ausencia de enlaces con un transporte público significativo y el aparcamiento convertido en negocio directo para el ejecutor de las obras, unas imposiciones que se han ido agravando para el usuario -nadie va al médico o a asistir a un ingresado por diversión- a medida que Son Espases ha incrementado plantillas o incorporado la facultad de Medicina. No hay negocio más estable y seguro que el del cliente inevitable.
Al Govern Armengol le habrá costado una legislatura cumplir con la promesa de regular la gratuidad del aparcamiento del hospital de referencia. Lo hace a plazos -de golpe significaría un colapso por colesterol de éxito y otro pesado día histórico sobre las espaldas-, sacrificando jardines y al coste de un millón de euros. Vamos, que se modifica la forma de pago con anabolizante de impuestos. No hay otro diagnóstico posible para la actuación de la Administración frente a un problema crónico que tiene su raíz en la mala, por interesada, gestación inicial de Son Espases.
Pagaremos de otra forma y, con toda probabilidad, mantendremos las mismas dificultades de movilidad para alcanzar Son Espases. El alivio parcial estará solo en no tener que abonar directamente el aparcamiento al dejar el coche. No desaparece el mal crónico.
