Diario de Mallorca

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La fiesta en paz

¡Consumidores de Mallorca, uníos!

Los isleños del futuro están condenados a servir productos llegados de lejos a turistas venidos desde una distancia aún mayor... y poco más

¿Qué será lo siguiente?, ¿ensaimadas traídas de fuera? b. ramon

Los mallorquines del futuro estarán graciosamente autorizados a servir una Pepsi Cola al turista 30 millones del año, pero no se les permitirá elaborarla. Ni una Pepsi ni una Coca Cola ni una loncha de pan Bimbo se producirán en la isla. Este es el destino que marcan desde un despacho de Madrid, de México o de los Estados Unidos: servir productos llegados de lejos a turistas que han venido desde una distancia aún mayor.

El homo habilis supuso un gran salto en la evolución. El mono que saltaba de rama en rama comenzó a fabricar herramientas -y armas, todo hay que decirlo- y se convirtió en el amo de la tierra. Con los mallorquines se prepara un nuevo paso: la llegada del homo servus (sirviente). Incapaz de fabricar. Solo útil para entregar y entregarse a cambio de cuatro perras. Un salario bajo mínimos de la media de una España ya mínima en comparación con Europa.

Nuestro destino improductivo comenzó a marcarse con la crisis del calzado. La isla que creaba calidad y diseño se está quedando como un reducto de ejecutivos de marcas que fabrican la mayor parte de los zapatos allende los mares. La mano de obra es más barata en Marruecos o en China. No importa si está menos cualificada y si se pierde calidad.

La historia más reciente de la deslocalización de Balears apunta a Coca Cola. En enero de 2014, la compañía que dirige James Quincey comunicó el despido de 64 trabajadores y el cierre de la producción en la isla. La ´chispa de la vida´ se llevaba su fórmula secreta, que nada tiene que ver con los ingredientes y mucho con la fuerza de la marca y el poder de las estrategias de mercado. Aquí nos quedamos como meros consumidores y con el recuerdo de l´Amo en Pep de Son Bats, el centenario de Vilafranca contratado para convencernos de que detrás de la marca había humanidad, aunque solo hay beneficio.

Luego vino Bimbo, presidida por Daniel Selvitje Montull, un mexicano descendiente de catalanes. En enero de 2016 se fue con la harina a otra parte y con 42 trabajadores fuera de la empresa.

Ahora ha llegado la hora de Pepsi Cola. La compañía que dirige Indra Nooyi comparte con su secular rival mucho más de lo que la diferencia. Habrá que consumir más Pep Cola, al menos mientras los jueces permitan mantener el nombre a esta compañía local, perseguida con saña en los juzgados por la multinacional americana.

La muerte definitiva de la Mallorca productiva llegará el día en que las ensaimadas y las sobrasadas sean transportadas desde la península en grandes contenedores. En el caso del dulce, esta apocalíptica realidad está a la vuelta de la esquina. Cada pocas semanas cierra una panadería y sus productos son sustituidos por bollería industrial o por barras congeladas y servidas en supermercados y gasolineras. Nada que ver con el pan mallorquín sin sal de toda la vida. A una distancia sideral de las coques y pasteles tradicionales.

La pequeña industria balear agoniza. La grande desapareció hace décadas. El Govern pretende fomentar la diversidad de empleo con un plan de industrialización que prevé presentar mañana. El conseller Iago Negueruela aspira a revertir la situación descrita por la Fundación Impulsa, dirigida por Antoni Riera. El pasado diciembre retrataba una caída del 27% de las manufacturas entre los años 2000 y 2016 y constataba una rentabilidad que oscilaba entre el 0% y el 7%, muy alejada de la que se logra invirtiendo en ladrillo.

El problema radica en que un plan de industrialización depende de factores externos. Uno es reducir el impacto de la insularidad. El segundo, que sus efectos se notarán, si lo hacen, a largo plazo. Y si algo escasea para el sector industrial es el tiempo.

Ante la aniquilación acelerada del producto mallorquín habrá que reciclar el lema de Carlos Marx y Friedrich Engels: ´¡Proletarios del mundo, uníos!´. Se reemplaza el proletarios por consumidores -más acorde a la realidad de hoy- y se reduce el ámbito de aplicación para gritar: ´¡Consumidores de Mallorca, uníos!€ en defensa del producto local´.

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