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Los ´Bous de Costitx´ lucen en el Arqueológico Nacional.

La fiesta en paz

Los ´sijenas´ de Mallorca

Es más lógico que nos centremos en proteger lo que aún poseemos, que soñar en lo que tuvimos y no supimos o quisimos defender y retener

¿Cuántos ‘sijenas’ tenemos en Mallorca?, ¿cuántos casos de expolios patrimoniales ha sufrido la isla a lo largo de los dos últimos siglos?, ¿en cuántas ocasiones podríamos sentirnos ofendidos por la exportación de bienes artísticos? La lista sería interminable. Aquí se limitará al podio, a los tres primeros clasificados.

Destacado en primera posición está el caso de los Bous de Costitx. Fueron descubiertos en 1895 en la finca de Son Corró. El propietario, Joan Vallespir decidió ponerlos en venta por 3.500 pesetas, una cantidad considerable para a la época. La Societat Arqueològica Lul.liana intentó adquirirlos, pero carecía de recursos suficientes. Promovió una cuestación, pero el dinero no alcanzó. Recurrió a la Diputación, pero no mostró interés. Finalmente, y ante el riesgo de que acabaran en Francia, el presidente de la entidad acudió a Madrid. La regente María Cristina ordenó la compra y con dinero del Estado acabaron en el Museo Arqueológico Nacional, donde hoy ocupan un lugar destacado. Resulta evidente que, pese a algunas voces, no se trató de un expolio, sin embargo, la pregunta es evidente: ¿solo Madrid es el Estado?, ¿no serían tan propiedad del Estado en Mallorca como en la capital del país?

En segunda posición se encuentran las pinturas de Joan Miró que el Gobierno recibió como pago de los derechos por la herencia del artista, fallecido en 1983 en su casa de Son Abrines. Javier Solana, ministro de Cultura de la época, firmó los documentos y cargo un avión con las obras del artista que hoy se pueden contemplar en su mayor parte en el Reina Sofía de Madrid. La pregunta vuelve a ser la misma: ¿por qué no se consideró Estado a la isla?

En la tercera plaza del podio podemos situar las supuestas armas y otros atavíos que, según la tradición, habían pertenecido a Jaume I. Se trata de una silla de montar, una espada, unos estribos, las capas de los hermanos Montcadas, fallecidos en el campo de batalla en Calvià… y, por encima de todos, la cimera real. Estos objetos se exponían cada 31 de diciembre en la fachada de Cort durante la celebración de la Festa de lEstendard. Sin embargo, Fernando VII se interesó en 1827 por aquellas antigüedades y, pese a las reticencias municipales, acabaron formando parte de la Armería del Palacio Real de Madrid. Hoy sabemos que la cimera no era de Jaume I sino de Martín I, pero la pregunta se repite hasta el aburrimiento: ¿por qué acabaron en Madrid?

Podríamos continuar con los estandartes y la cabeza de caballo procedentes de Pollentia que también se encuentran en el Arqueológico Nacional. O con las obras de arte de la colección del cardenal Despuig que en 1900 se subastaron en el hotel Druot de París y un siglo después en Mallorca. O la documentación que se conserva en el Arxiu de La Corona d’Aragó. O los objetos que el saqueador americano Arthur Byne arrambló para llevarse a EE UU. O el goya que Jaume Matas permitió vender pese a estar catalogado.

Quizás pudiéramos reclamarlo todo. Como en Sijena. Imaginemos que cunde el ejemplo y retornan a Mallorca los Bous de Costitx, la cimera del rey y los cuadros de Miró. ¿Qué hacemos con ellos? ¿Deben acabar los Bous en el Museu de Mallorca o en la localidad en la que estuvieron sepultados durante unos 2.000 años? Y ya que hablamos del museo ubicado en Ca la Gran Cristiana, ¿devolvemos a los pueblos a los que se arrebataron, no siempre con buenas artes, decenas de pinturas, cerámicas o esculturas?

Las obras de arte del monasterio de Sijena no interesaron a casi nadie hasta que se armó la marimorena. Mallorca fue incapaz de adquirir los toros de Costitx. Miles de piezas del patrimonio insular han sido expoliadas o destruidas, en medio de la indiferencia de los mallorquines.

Casi todos los pueblos son ofendidos y ofensores. Cosas de la guerra y la codicia. Los demagogos se llenan la boca reclamando lo que no pueden conseguir. Es mucho más importante que se centren en proteger lo que poseemos, que soñar con lo que tuvimos y no supimos defender y retener, cuando no fuimos nosotros quienes lo destruimos. Esta es la lección. Dudo de que la hayamos aprendido.

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