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Opinión

Un acelerón hacia el abismo

Un acelerón hacia el abismo

Miles de personas residen en núcleos dormitorio que carecen de tejido comercial. Son los mismos que cada día dedican una hora para ir al trabajo en coche, los que tienen que aprovechar la tarde del sábado para hacer la compra semanal en un gran centro comercial. El auge de estos almacenes ha conllevado la desaparición de numerosos comercios de proximidad, con lo cual hace mucho que esta costumbre dejó de ser una opción para convertirse en la única alternativa.

Esta forma de consumo, que va unida indisolublemente al uso del coche particular, lleva aparejado un incremento de los residuos ­-todo se compra empaquetado en bandejas y envuelto en celofán- y el derroche -nos obligan a comprar seis filetes aunque solo queramos dos-. Dejamos de comprar el pan en el horno de la esquina y preferimor adquirir una barra gomosa en la gasolinera. Como cada vez hay más coches, urge construir nuevas carreteras para que puedan circular más coches.

¿Y para qué? ¿Para ganar tiempo? Como le proponía el vendedor de pastillas contra la sed al Principito de Saint-Exupéry: así ganaría media hora que empleaba en beber. Pero si tienes media hora, ¿qué mejor manera de emplearla que caminar tranquilamente hacia una fuente?

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