La ecotasa se queda barata en su primer cumpleaños: en ninguno de los destinos europeos en los que está implantada se cobra un impuesto tan bajo a los turistas. Y aún así el tributo está superando con creces sus expectativas de recaudación: el Govern, con el apoyo casi unánime de todos los agentes económicos y sociales y la única abstención de las patronales CAEB y PIMEM, aprobó ayer el plan que guiará la inversión de 65 millones de la ecotasa durante los próximos meses. Un total de 60,6 millones corresponde a lo que prevén captar este año con las pernoctaciones de viajeros (aunque en Turismo creen que al final serán más) y otros 3,99 millones de euros se incorporan a los proyectos a adjudicar en próximas fechas como remanente de lo recaudado el año pasado. Con lo que cuando acabe el año las islas habrán generado con sus primeros 17 meses de Impuesto de Turismo Sostenible (que así se llama oficialmente la ecotasa) más de 95 millones de euros (30 el año pasado), cantidad que por ejemplo triplica lo que cuesta toda la acción de la Conselleria de Turismo y duplica lo que se venía invirtiendo en mantener infraestructuras clave como las que aseguran el suministro y la depuración de agua.

De ahí la satisfacción expresada ayer por el vicepresident y conseller de Turismo, Biel Barceló (Més), uno de los que dentro del Govern defiende la subida del tributo de cara a años venideros. Plantea para ello un argumento ya enunciado antes tanto por su propio partido (Més) como por Podemos: que como el turismo y su daño ambiental crecen es preciso subir el impuesto, tras constatar que, lejos de afectar a la facturación del sector, ha venido acompañado de negocio récord en los hoteles y los alquileres vacacionales legales (los ilegales no están recaudando ecotasa). Aunque la decisión no está tomada: "De momento tenemos un mandato del Parlament para estudiar el incremento de tarifa (del impuesto). Y está claro que el incremento de turistas de estos años nos está exigiendo cada vez más recursos para compensar la huella ecológica del turismo. Eso es lo que habrá que evaluar", decía ayer Barceló, tras reunirse con la comisión que gestiona el reparto del tributo, en la que se integran colectivos ecologistas, asociaciones de defensa del patrimonio, plataformas sindicales y federaciones patronales, además del Govern, los Consells Insulars y los municipios de las islas.

Antes de eso, en conversación con Diario de Mallorca, Barceló había profundizado en los argumentos que le invitan a pensar en subir la ecotasa: "Si llega más gente, tiene todo el sentido subir el impuesto, porque hay que hacer mayor contribución al mantenimiento del territorio y al control de la huella turística sobre el entorno", razona Barceló, que constata lo que, por otra parte, dicen los máximos de facturación del sector de alojamiento: "Hoy por hoy, está claro que el precio está teniendo poca influencia en la facturación del sector, porque no retrae la demanda turística".

Y así seguirá siendo varis años, coinciden empresarios y Govern: Con los grandes competidores aún afectados por el terrorismo y la inestabilidad política y con Mallorca desembarcando turistas por millones gracias a la red de conexiones aéreas más extensa de la historia del aeropuerto, el lleno está asegurado incluso cuando las islas cobran las tarifas más caras del Mediterráneo. Y la ecotasa, recuerdan en el Govern, igual que se puede subir con cada ley de presupuestos, es susceptible de bajada si alguna vez es preciso estimular el turismo.

¿Frena la masificación?

¿Tiene pues sentido elevar un impuesto que no frena la masificación? ¿Servirá para algo más que recaudar, cuando se ha comprobado que no disuade al turismo en exceso que llega a Mallorca, máxime cuando gran parte del overbooking se canaliza a través de una oferta de alquiler turístico ilegal que no cobra el tributo? El debate está servido. Y será intenso. Porque mientras en Podemos y en Més se alzan voces que piden hasta duplicar el tributo, y el vicepresident Barceló ve la subida razonable, en la otra orilla del Pacto, el PSOE-PSIB, el aumento de presión fiscal se analiza con vértigo.

Quedaba claro tras escuchar ayer a la consellera de Hacienda, Cati Cladera (PSOE), que preguntada al respecto tras la comisión gestora del tributo, se limitaba a asegurar que están aún "en una fase muy temprana de la elaboración de los presupuestos de 2018", que es donde se recogería ese alza de ecotasa. "No se ha tomado ningún decisión", enfatizaba Cladera, que cuando se le insistía por tercera vez sobre si sería razonable la subida de la ecotasa, visto su nulo efecto en el negocio y su potencial para generar recursos para proteger el entorno, dejaba la puerta abierta a esa revisión al alza: "Cuando la instauramos en julio del año pasado se hizo con las tarifas de 2001 [las de la ecotasa fallida del Pacto de Antich, que duró un año y fue derogada por el PP de Matas tras una gran controversia]. Su aplicación en este tiempo ha ido acompañada de mucha normalidad, y en parte es por esas tarifas. Hay que pensar en que no se plantea como un impuesto disuasorio del turismo: no buscamos la limitación de turistas con este tributo, sino redistribuir riqueza del sector y generar recursos para mitigar la huella ecológica".

Y justo ahí está la disensión: Barceló y Més, como Podemos, sí ven en la ecotasa una herramienta de gestión ambiental. "Es un elemento de regulación de flujos turísticos, que ahora no está teniendo influencia", insiste Barceló, que acepta la idea de que ecotasa puede haberse quedado barata. Aunque él mismo tira de ironía para matizar: "La tenemos más alta que Madrid, Canarias o Valencia", recalca, en alusión a que Cataluña y Balears son las únicas regiones españolas que han apostado por gravar las estancias turísticas. Pero en el resto de Europa hay más ejemplos. Y todos son más caros: mientras en Balears se cobra entre 0,5 y 2 euros por turistas y noche, en Barcelona la tarifa es de hasta 2,25 euros por pernoctación, lejos de los hasta 4,40 euros por noche del primer destino turístico europeo, París, o de los entre 3 y 7 euros que piden a cada huésped en los hoteles de Roma.

En otros destinos la tasa llega a ser más alta. Berlín, que instauró el tributo precisamente para frenar la masificación, cobra un 5% del precio que se paga cada noche (con lo que en temporada alta, puede ser de 10 euros por noche). Y en Ámsterdam la caja pública cobra un 5,5% de cada pernoctación, tasa que en Budapest es del 4%. Aunque el efecto es común a todos: ninguno de los destinos con ecotasa ha logrado frenar la avalancha. Eso sí, como Balears hace hoy un año, todos están llenando sus arcas públicas para compensar los efectos de un turismo cada vez más masivo.