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La izquierda lucha para evitar el descensoGuillem Bosch

La fiesta en paz

La izquierda lucha para evitar el descenso

La izquierda balear es como el Real Club Deportivo Mallorca. El 26 de junio se juega la permanencia en varios terrenos de juego de forma simultánea. El equipo bermellón sueña con ganar hoy al Córdoba y que los resultados en otros estadios le permitan amarrar la Segunda División. El PSOE necesita mantener los dos diputados de diciembre para no descender al infierno. Més puede quedar tocado incluso ganando el medio diputado al que aspira tras aliarse con Podemos.

La formación morada es la única que tiene alguna opción de ascender a Primera. Sin embargo, esta plaza parece seguir en manos del PP, por mucho que el vestuario de los conservadores esté más dividido que el del Real Madrid en tiempos de Mourinho.

Los socialistas isleños viven del recuerdo de las glorias pasadas. Como los mallorquinistas, que aún sueñan con los tiempos de Héctor Cúper y Luis Aragonés. Rememoran, los socialdemócratas, sus triunfos de 1982, 1986 y 2008 en Balears cuando con González y, milagrosamente, con Zapatero, rondaban el 40% del voto.

Sin embargo, su triste realidad actual es la del Mallorca de Fernando Vázquez. En diciembre perdieron la segunda plaza que siempre habían amarrado y se quedaron con un pobre 18,3% de apoyo popular en las islas. Cinco puntos por debajo del 23,3% de 1977, en las primeras elecciones democráticas, cuando la UCD de Adolfo Suárez arrasó con el 51,9%.

Francina Armengol aterrizó el jueves en Madrid y leyó la cartilla a Pedro Sánchez. Apostó firmemente por un pacto con Podemos y sentenció que prefiere "un gobierno de izquierdas y lo he preferido siempre (patada en la espinilla a su secretario general) porque soy de izquierdas y represento a un partido de izquierdas" (Codazo a Susana Díaz y a Felipe González).

No obstante, la firmeza del discurso pronunciado en el Forum Europa, su posición en el partido, y hasta la presidencia del Govern, se tambalearán si la noche del 26 de junio continúa la caída en picado del apoyo electoral al PSOE. Y aún más si -¡tragedia en la calle Miracle!- aporta un solo diputado a la ya escuálida bancada socialista en el Congreso. Entonces será devorada entre Susana Díaz y Podemos. La primera porque dejará claro que ella es la única baronesa. Los segundos porque podrán cuestionar legítimamente si una formación con apenas uno de cada seis votos emitidos se merece ocupar la presidencia del Govern.

Los de Més se las prometen muy felices con la obtención de medio diputado frente al entero con el que soñaron en diciembre. Sin embargo, se juegan mucho en el envite. Si Units Podem Més -eso sí que es un churro de nombre- se queda en los dos escaños, la estrategia de David Abril y Biel Barceló quedará más cuestionada que el juego que propugna Vázquez en el equipo de los amores del vicepresidente. Pero la jugada entraña graves riesgos, incluso si logran sentar durante dos años a Antoni Verger en un cómodo escaño de la Carrera de San Jerónimo.

En diciembre quedó claro que un buen puñado de votos nacionalistas se sentían cómodos con el mensaje del partido morado. Ver cientos de camisetas verdes en el mitin de Iglesias en el Palma Arena era como si en la final de la Champions de ayer, buena parte de la hinchada atlética hubiese vestido la camiseta del Barça. ¿Y si se acostumbran? ¿Y si en las próximas autonómicas no retornan al redil nacionalista? ¿Y si no vuelven los 65.000 votantes de las elecciones de mayo de 2015?

Algunos fieles se han ido a Soberanistes per les Illes. Cierto que un partido que aglutina a un expresidente del Govern del PP, a un glosador y a una bloguera erótica suena tan exótico como un equipo que alineara a Messi junto a Pau Gasol y Rafel Nadal. Pero no deja de ser una astilla en el leño de Més.

Puede que a la izquierda balear no la conozca el 27 de junio ni la madre que la parió. Y ahí es donde Podemos espera sacar rédito. Primero solo aspiraba a engullir al PSOE, ahora sueña con ser el único referente en el costado zurdo de la política.

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