A la discreción le da igual lo que escondas. Mallorca es perfecto ejemplo. La isla privilegiada que cada verano cobija de los flashes a famosos de revista, millonarios anónimos y jeques amantes del mar de seguridad que envuelve Mallorca se ha convertido también en refugio de delincuentes internacionales. Los mafiosos de fuera, al igual que hicieron antes las estrellas del papel couché y algunos mafiosos de dentro, parecen haber descubierto la capacidad mallorquina para recibir sin hacer preguntas. Ajeno a las incomodidades de la curiosidad vivía hasta ayer en Peguera el jefe en España de la mafia Taganskaya, que en los últimos tres años había cambiado la profusión de guardaespaldas a la que obliga el disputado y violento submundo criminal de Moscú por el sol calmado y los vecinos sin preguntas de la costa de pinos que serpentea hasta Cala Fornells.

"No parecía un mafioso, pero la verdad es que no tenía relación con nadie de aquí", comenta a este diario un vecino de Alexander Romanov, al que le da un ataque de risa cuando se le pregunta a qué se parece un mafioso y cómo se le distingue sin hablar nunca con él. "La verdad es que no lo sé, pero aquí estamos acostumbrados a que haya gente de dinero que va a su aire, como él", añadía en tono amable el vecino del mafioso desconocido, al que preocupaba sobre todo el impacto que pueda tener el episodio policial entre la clientela tranquila y familiar que puebla cada verano de alemanes su rincón de la isla.

En su discreción se explica parte del éxito turístico y residencial de una isla que deja vivir. Lo sabe Romanov, como antes lo experimentaron otros cuantos mafiosos rusos con hogar en Mallorca. El más conocido de todos responde al nombre de Gennadios Petrov, capo de otra mafia moscovita, la Tambovskaya, que instaló en Mallorca el refugio de sus principales lugartenientes. La mayoría eran delincuentes con un largo historial criminal, forjado tras hacer carrera en la corrupta administración y fuerzas de seguridad postsoviéticas. Se llamaban Salikov, Esmolenko y Khristoforov, y fueron detenidos con Petrov y otros quince delincuentes rusos en sus chalets de lujo de Sol de Mallorca y Santa Ponça (Calvià) en junio del año 2008 durante la operación Troika.

De Mallorca al Kremlin

Dirigía la ofensiva el entonces juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón, que impulsó una investigación que poco después llevaba hasta las puertas del Kremlin, por las sospechas de que la mafia desarticulada en Mallorca había financiado la campaña del presidente ruso Vladimir Putin. "En Rusia hay mafiosos que mandan más que ministros, cuando no son los mismos, porque la corrupción está muy extendida por la administración publica", decía a DIARIO de MALLORCA entonces, año 2008, un investigador español, que aún no sabía que esa corrupción política enquistada por toda la administración pública rusa corroía también las entrañas de una comunidad autónoma que acababa de deshacerse de Jaume Matas y empezaba a poner ante el juez a decenas de cargos del PP. Claro que en la corrupción balear no hubo sangre, como tampoco la ha habido hasta hoy en la actividad de las mafias rusas de Mallorca. La isla apacigua sus costumbres, ligadas a la violencia extrema que caracteriza precisamente a la mafia del ayer detenido, la Taganskaya, que ha hecho de las amenazas y la violencia las vías para crear una lucrativa red de empresas. Sus tentáculos llegaban ya hasta Mallorca, donde compraron (por unos seis millones de euros, y sin violencia de por medio, según los hoteleros de la zona) el hotel Mar i Pins, la mayor de las muchas inversiones emprendidas en Mallorca por una mafia violenta en Rusia que en la isla sin preguntas blanqueaba de forma discreta.