El proyecto de ley del Registro Civil que se está tramitando y que puede suprimir la prevalencia del apellido paterno genera división de opiniones: frente a los que valoran la iniciativa por considerar que supone un paso más para equiparar en derechos a hombres y mujeres, otros rechazan la supresión de tradiciones que no habían conllevado la menor polémica, hasta el punto de calificar la reforma de "chorrada" o "atrocidad", o como una forma de distraer la atención respecto a problemas más graves, como "los millones de parados que hay en España".

Rafael Vergara y Jerónimo Ramis comparten parada de taxi y opinión. Ambos defienden que el apellido paterno vaya en primer lugar por considerarlo una tradición, y cuestionan que se apliquen cambios sobre algo que no estaba generando problemas.

A pocos metros de ellos, Noelia Gordillo descansa en uno de los bancos de la Plaza de España, y se suma a las críticas. En su opinión, es una "chorrada" reformar una costumbre como es la prevalencia del apellido paterno, pero se muestra especialmente contraria ante la posibilidad de que pueda llegar a decidirse el orden por una cuestión como la alfabética, tal y como prevé la Ley si no hay acuerdo de los padres.

Joaquín Casanova y Joaquina Balaguer son una pareja de jubilados que no ocultan su oposición a la reforma. Para el primero, resulta sorprendente que se dediquen esfuerzos a "cambiar cosas que no tienen el menor interés social", y subraya que "suficientes problemas hay ya para meterse en temas que lo único que van a provocar son discusiones entre las parejas". Ella añade que "hay cosas más importantes que arreglar, como los millones de parados", y rechaza el cambio bajo el argumento de que "no manda más el padre en el matrimonio porque su apellido vaya delante".

En el lado opuesto se posicionan Silvia Gutiérrez y Oscar Bordón. La primera destaca en primer lugar que "hay padres que no se merecen que los hijos lleven sus apellidos", para valorar a continuación la posibilidad de que una pareja pueda ponerse de acuerdo en este tema, ya que además se suprime uno de los factores que todavía marcan una diferencia en los derechos entre hombres y mujeres. También él defiende la posibilidad de acordar el orden de los apellidos y de suprimir las diferencias actuales entre el padre y la madre, aunque apunta la posibilidad de que ello genere alguna discusión en el seno de la pareja.

Javier Oliver ve comprensible que se adopten este tipo de reformas en una sociedad en la que aumentan las separaciones y las parejas de hecho, y opina que se trata de un avance en materia de igualdad. Sonia García es más reticente, y defiende el mantenimiento de algunas tradiciones, de ahí su convencimiento de que "en el 98% de los casos se mantendrá el apellido paterno".

Gema Carmona y Joana Maria Gelabert defienden de forma unánime la iniciativa, como un nuevo avance en materia de igualdad entre hombres y mujeres, al tiempo que recuerdan que la madre ha sido la que ha llevado durante meses al hijo en su interior, de ahí que pueda tener prioridad a la hora de fijar el orden de los apellidos.

Jorge Comesaña se suma a esta última postura y aboga porque puedan ser los padres los que pacten ese orden, ya que "si no son capaces de ponerse de acuerdo en eso, ya de paso pueden pedir el divorcio".

Sólo un punto genera unanimidad: la aplicación del orden alfabético no parece convencer a nadie.