Algunos se yerguen como esqueletos grises. Son moles imponentes con entrañas formadas por una amalgama de hormigón, yeso, hierros y cables al aire. Cadáveres de cemento antes de haber nacido. En otros casos, las construcciones aparecen casi impecables. Casi finalizadas. Aparentemente presentan sus acabados en orden. Sus ventanas, sus puertas, su pintura, su techo... Aunque, después, rascando en la superficie, falta lo básico. Son como un bonito decorado. Por fuera, deslumbran. Una ilusión falsa. Detrás, se ve una ruinosa trastienda donde nada es lo que a primera vista aparentaba, una trastienda de incumplimientos, pleitos judiciales y opciones de compra en el aire.

La crisis deja todo tipo de cadáveres urbanísticos. La mayoría sigue el siguiente trayecto vital: empresa que se lanza a una promoción inmobiliaria en la época dorada, y ya lejana, del ´construyo y vendo fácil´, empresa que se ahoga en la ciénaga de la contracción económica y la restricción del crédito, empresa que se colapsa y que cierra, llegando a un callejón sin salida repleto de vericuetos judiciales.

Es difícil cuantificar el número de promociones que se han visto arrastradas por la crisis. Un indicador aproximativo es el que engloba los proyectos que hace unos años obtuvieron el visado –la autorización para construir–, pero que, pasado el tiempo, no han solicitado el final de obra.

Unas 1.500 viviendas en el aire

En este sentido, existen 1.500 viviendas potenciales, explica el presidente de la asociación de promotores inmobiliarios de Balears, Gabriel Oliver. La mayoría de estos proyectos ni siquiera se han llegado a empezar pese a contar con la autorización y han preferido esperar a tiempos mejores, manifiesta Oliver. El resto de casos –los menos– corresponde a promociones que se quedaron a medio construir.

Una vez comenzadas, las grandes obras acostumbran a quedar al margen de las contingencias. "Este tipo de obras cuentan con una financiación estructurada. Pese a los problemas que puedan surgir, a la banca le interesa que se finalice y por eso las apoya", afirma. En otros casos, las dificultades de encontrar financiación acaban por estrangular el margen de maniobra de los promotores. En un lugar de nombre idílico, Cala Romàntica (Porto Cristo, Manacor), se encuentra un ejemplo de manual. Una promotora, Terrapolis, con sede en Sevilla, decide un día que ese entorno de postal es el adecuado para lanzar un conjunto residencial con más de un centenar de viviendas. La casa de los sueños para veraneantes locales, peninsulares o extranjeros. Una idea que con el tiempo se reveló un espejismo.

Sólo se llegaron a construir la mitad de las viviendas previstas hace casi tres años. La promotora declaró un concurso de acreedores (lo que antes se denominaba suspensión de pagos). Como en tantos otros casos, la promoción quedó en manos del organismo financiador. En este caso, la Caja de Ahorros del Mediterráneo. Fuentes del ayuntamiento de Manacor señalan que ha habido movimientos para reactivar la comercialización.

Entre tanto, compradores que en un principio quedaron deslumbrados por la promoción, y decidieron pagar una entrada de entre 80.000 y 100.000 euros, ahora se encuentran sin casa, sin la residencia que querían comprar e inmersos en un proceso judicial para hacer valer sus derechos.

A menor escala, el esquema se repite en otras localidades de la isla, como Andratx. Desde hace meses, están paradas las obras de una promoción de 41 viviendas –de entre una y tres habitaciones– y locales comerciales, entre las calles sa Rectoria y Antoni Mulet. Están situadas delante de la casa consistorial, en paralelo a la iglesia del pueblo.

En el Ayuntamiento explican que la empresa encargada de la obra, con sede en la península, se quedó sin la financiación bancaria necesaria para seguir ejecutando la construcción. El departamento de Urbanismo se ha puesto recientemente en contacto con la compañía, que informó de que está en fase de solucionar el problema de financiación.

El rastro de la parálisis inmobiliaria se encuentra además en localidades como sa Pobla, donde el boom inmobiliario fue especialmente acentuado en su momento y ahora existen conjuntos residenciales enteros inacabados; Alcúdia, donde se preveía una urbanización de viviendas en la zona del Molinot que no se ha llegado ni a empezar, en espera de tiempos mejores; o Son Servera, en parte de la urbanización es Port Verd.

Edificios multiusos

La crisis del ladrillo no sólo deja tras de sí un reguero de promociones de viviendas en el limbo de las incógnitas y los incumplimientos. De igual forma, tiene repercusión en edificaciones de otras tipologías.

En Calvià se halla un buen ejemplo de esto. Hace un par de años se suspendió temporalmente la construcción de un gran centro comercial y de ocio en pleno centro de Magaluf.

El complejo, proyectado en un solar de unos 15.000 metros cuadrados al lado de la playa y que iba a recibir el nombre de La Vila, implicaba invertir aproximadamente unos 20 millones de euros, dirigidos a erigir un centro de ocio con hasta ocho edificios independientes y una completa dotación de plazas de aparcamiento. La zona de estacionamiento subterráneo tendría 380 plazas, además de otras 220 en superficie.

El grupo promotor de esta infraestructura, Vaxla, aseguró en su día que la suspensión era sólo un paréntesis en un escenario de crisis económica y que su intención era retomar el proyecto e irlo ejecutando por fases. En Bunyola asimismo conocen bien esta realidad. Lo que debía ser la mayor obra pública hecha nunca en el municipio continúa en el limbo.

La construcción del edificio multiusos de Can Gual, diseñada para albergar aparcamientos públicos y privados, locales comerciales, municipales, la sede de la gent gran y un centro de salud, está paralizada desde hace más de dos años.

En junio de 2008, la empresa concesionaria Jutoba presentó un concurso de acreedores. Se paralizaron las obras comenzadas un año antes y aún no se han reiniciado. Desde entonces, el esqueleto del gran edificio se deteriora y ofrece una imagen de degradación que ha sido muy criticada por los vecinos.

La otra cara de la moneda de la crisis inmobiliaria la representan las viviendas acabadas, pero vacías. Viviendas que no se venden y que, a finales del año pasado, conformaban un stock de 5.800 unidades, según datos de la asociación de promotores inmobiliarios.

Para este año, este colectivo profesional tenía la previsión de reducir el volumen en 1.000 viviendas, pero, como asegura su presidente, Gabriel Oliver, las cifras de ventas de los seis primeros meses del año son buenas e inducen a pensar que la previsión mejorará. El stock de viviendas "lógico", agrega, no debería superar las 2.000 viviendas.