Qué duda cabe que el furor de cualquier show mediático y judicial como el que se nos avecina tendrá más glamour si aparecen en escena los empresarios. Ahora que los fiscales anticorrupción Juan Carrau y Pedro Horrach -los únicos que se merecen que los ciudadanos de estas islas creamos en la Justicia terrenal- han abierto la brecha en el siempre turbio negocio urbanístico mallorquín, tal vez se nos depare la nunca conseguida estampa de los apellidos del dinero y los políticos titiriteros juntos, aunque sin humo de habanos ni maletines de por medio. Sólo las togas y el banquillo, menudo escenario. Con todo, lo único que nos importa es que se esclarezca la verdad.