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Debo admitir que me siento más en sintonía con la jet set que con el jet lag estos días. Y no es para menos. Con tanto trajín viajero últimamente, llevo más de dos semanas vagando por la vida como un auténtico zombi. Ando más perdida que Carrie Bradshaw en un Primark. Como si el cansancio de los viajes no fuera suficiente, la astenia primaveral ha decidido hacer de las suyas, dándonos un cóctel «mezclado, pero no agitado», como diría James Bond. En pocas palabras, estoy en un estado de mollor, un término mallorquín intraducible que básicamente significa pereza máxima. Por el bien de todos, deberíamos deshacernos del cambio de horario y mantenernos en Sa Roqueta con una hora de adelanto respecto al resto de la península, como corresponde solarmente hablando. Disculpen mi reivindicación, pero confío en que mis queridos lectores sean comprensivos. A pesar de mi estado, de la distancia y demás, no podía dejar de cumplir con mi deber de informarles sobre todo lo que ha sucedido en la vida social mallorquina durante mi ausencia «controlada». Así que, sin más preámbulos, vamos allá.
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Debo admitir que me siento más en sintonía con la jet set que con el jet lag estos días. Y no es para menos. Con tanto trajín viajero últimamente, llevo más de dos semanas vagando por la vida como un auténtico zombi. Ando más perdida que Carrie Bradshaw en un Primark. Como si el cansancio de los viajes no fuera suficiente, la astenia primaveral ha decidido hacer de las suyas, dándonos un cóctel «mezclado, pero no agitado», como diría James Bond. En pocas palabras, estoy en un estado de mollor, un término mallorquín intraducible que básicamente significa pereza máxima. Por el bien de todos, deberíamos deshacernos del cambio de horario y mantenernos en Sa Roqueta con una hora de adelanto respecto al resto de la península, como corresponde solarmente hablando. Disculpen mi reivindicación, pero confío en que mis queridos lectores sean comprensivos. A pesar de mi estado, de la distancia y demás, no podía dejar de cumplir con mi deber de informarles sobre todo lo que ha sucedido en la vida social mallorquina durante mi ausencia «controlada». Así que, sin más preámbulos, vamos allá.
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Debo admitir que me siento más en sintonía con la jet set que con el jet lag estos días. Y no es para menos. Con tanto trajín viajero últimamente, llevo más de dos semanas vagando por la vida como un auténtico zombi. Ando más perdida que Carrie Bradshaw en un Primark. Como si el cansancio de los viajes no fuera suficiente, la astenia primaveral ha decidido hacer de las suyas, dándonos un cóctel «mezclado, pero no agitado», como diría James Bond. En pocas palabras, estoy en un estado de mollor, un término mallorquín intraducible que básicamente significa pereza máxima. Por el bien de todos, deberíamos deshacernos del cambio de horario y mantenernos en Sa Roqueta con una hora de adelanto respecto al resto de la península, como corresponde solarmente hablando. Disculpen mi reivindicación, pero confío en que mis queridos lectores sean comprensivos. A pesar de mi estado, de la distancia y demás, no podía dejar de cumplir con mi deber de informarles sobre todo lo que ha sucedido en la vida social mallorquina durante mi ausencia «controlada». Así que, sin más preámbulos, vamos allá.
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Debo admitir que me siento más en sintonía con la jet set que con el jet lag estos días. Y no es para menos. Con tanto trajín viajero últimamente, llevo más de dos semanas vagando por la vida como un auténtico zombi. Ando más perdida que Carrie Bradshaw en un Primark. Como si el cansancio de los viajes no fuera suficiente, la astenia primaveral ha decidido hacer de las suyas, dándonos un cóctel «mezclado, pero no agitado», como diría James Bond. En pocas palabras, estoy en un estado de mollor, un término mallorquín intraducible que básicamente significa pereza máxima. Por el bien de todos, deberíamos deshacernos del cambio de horario y mantenernos en Sa Roqueta con una hora de adelanto respecto al resto de la península, como corresponde solarmente hablando. Disculpen mi reivindicación, pero confío en que mis queridos lectores sean comprensivos. A pesar de mi estado, de la distancia y demás, no podía dejar de cumplir con mi deber de informarles sobre todo lo que ha sucedido en la vida social mallorquina durante mi ausencia «controlada». Así que, sin más preámbulos, vamos allá.
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Debo admitir que me siento más en sintonía con la jet set que con el jet lag estos días. Y no es para menos. Con tanto trajín viajero últimamente, llevo más de dos semanas vagando por la vida como un auténtico zombi. Ando más perdida que Carrie Bradshaw en un Primark. Como si el cansancio de los viajes no fuera suficiente, la astenia primaveral ha decidido hacer de las suyas, dándonos un cóctel «mezclado, pero no agitado», como diría James Bond. En pocas palabras, estoy en un estado de mollor, un término mallorquín intraducible que básicamente significa pereza máxima. Por el bien de todos, deberíamos deshacernos del cambio de horario y mantenernos en Sa Roqueta con una hora de adelanto respecto al resto de la península, como corresponde solarmente hablando. Disculpen mi reivindicación, pero confío en que mis queridos lectores sean comprensivos. A pesar de mi estado, de la distancia y demás, no podía dejar de cumplir con mi deber de informarles sobre todo lo que ha sucedido en la vida social mallorquina durante mi ausencia «controlada». Así que, sin más preámbulos, vamos allá.
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Debo admitir que me siento más en sintonía con la jet set que con el jet lag estos días. Y no es para menos. Con tanto trajín viajero últimamente, llevo más de dos semanas vagando por la vida como un auténtico zombi. Ando más perdida que Carrie Bradshaw en un Primark. Como si el cansancio de los viajes no fuera suficiente, la astenia primaveral ha decidido hacer de las suyas, dándonos un cóctel «mezclado, pero no agitado», como diría James Bond. En pocas palabras, estoy en un estado de mollor, un término mallorquín intraducible que básicamente significa pereza máxima. Por el bien de todos, deberíamos deshacernos del cambio de horario y mantenernos en Sa Roqueta con una hora de adelanto respecto al resto de la península, como corresponde solarmente hablando. Disculpen mi reivindicación, pero confío en que mis queridos lectores sean comprensivos. A pesar de mi estado, de la distancia y demás, no podía dejar de cumplir con mi deber de informarles sobre todo lo que ha sucedido en la vida social mallorquina durante mi ausencia «controlada». Así que, sin más preámbulos, vamos allá.
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Debo admitir que me siento más en sintonía con la jet set que con el jet lag estos días. Y no es para menos. Con tanto trajín viajero últimamente, llevo más de dos semanas vagando por la vida como un auténtico zombi. Ando más perdida que Carrie Bradshaw en un Primark. Como si el cansancio de los viajes no fuera suficiente, la astenia primaveral ha decidido hacer de las suyas, dándonos un cóctel «mezclado, pero no agitado», como diría James Bond. En pocas palabras, estoy en un estado de mollor, un término mallorquín intraducible que básicamente significa pereza máxima. Por el bien de todos, deberíamos deshacernos del cambio de horario y mantenernos en Sa Roqueta con una hora de adelanto respecto al resto de la península, como corresponde solarmente hablando. Disculpen mi reivindicación, pero confío en que mis queridos lectores sean comprensivos. A pesar de mi estado, de la distancia y demás, no podía dejar de cumplir con mi deber de informarles sobre todo lo que ha sucedido en la vida social mallorquina durante mi ausencia «controlada». Así que, sin más preámbulos, vamos allá.
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Debo admitir que me siento más en sintonía con la jet set que con el jet lag estos días. Y no es para menos. Con tanto trajín viajero últimamente, llevo más de dos semanas vagando por la vida como un auténtico zombi. Ando más perdida que Carrie Bradshaw en un Primark. Como si el cansancio de los viajes no fuera suficiente, la astenia primaveral ha decidido hacer de las suyas, dándonos un cóctel «mezclado, pero no agitado», como diría James Bond. En pocas palabras, estoy en un estado de mollor, un término mallorquín intraducible que básicamente significa pereza máxima. Por el bien de todos, deberíamos deshacernos del cambio de horario y mantenernos en Sa Roqueta con una hora de adelanto respecto al resto de la península, como corresponde solarmente hablando. Disculpen mi reivindicación, pero confío en que mis queridos lectores sean comprensivos. A pesar de mi estado, de la distancia y demás, no podía dejar de cumplir con mi deber de informarles sobre todo lo que ha sucedido en la vida social mallorquina durante mi ausencia «controlada». Así que, sin más preámbulos, vamos allá.
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