A las once de la mañana empieza la jornada en el Chiringuito de la Costa de la Calma. A medida que pasan los minutos, mallorquines y turistas van llenando uno de los lugares con más encanto de la isla sin lujos ni pretensiones.
Aquí no hay servicio en la mesa ni se puede reservar, uno tiene que hacer la comanda en la caseta. La oferta es sencilla: pambolis, ensaladas, gazpacho y pizzas no caseras
El Chiringuito en los años 60.
B. Font
A las once de la mañana empieza la jornada en el Chiringuito de la Costa de la Calma. A medida que pasan los minutos, mallorquines y turistas van llenando uno de los lugares con más encanto de la isla sin lujos ni pretensiones.
Aquí no hay servicio en la mesa ni se puede reservar, uno tiene que hacer la comanda en la caseta. La oferta es sencilla: pambolis, ensaladas, gazpacho y pizzas no caseras
Chiringuito en los años 70.
B. Font
A las once de la mañana empieza la jornada en el Chiringuito de la Costa de la Calma. A medida que pasan los minutos, mallorquines y turistas van llenando uno de los lugares con más encanto de la isla sin lujos ni pretensiones.
Aquí no hay servicio en la mesa ni se puede reservar, uno tiene que hacer la comanda en la caseta. La oferta es sencilla: pambolis, ensaladas, gazpacho y pizzas no caseras
Entorno actual del Chiringuito.
B. Font
A las once de la mañana empieza la jornada en el Chiringuito de la Costa de la Calma. A medida que pasan los minutos, mallorquines y turistas van llenando uno de los lugares con más encanto de la isla sin lujos ni pretensiones.
Aquí no hay servicio en la mesa ni se puede reservar, uno tiene que hacer la comanda en la caseta. La oferta es sencilla: pambolis, ensaladas, gazpacho y pizzas no caseras
Impresionante puesta de sol detrás de sa Llobassa, Andratx.
B. Font
A las once de la mañana empieza la jornada en el Chiringuito de la Costa de la Calma. A medida que pasan los minutos, mallorquines y turistas van llenando uno de los lugares con más encanto de la isla sin lujos ni pretensiones.
Aquí no hay servicio en la mesa ni se puede reservar, uno tiene que hacer la comanda en la caseta. La oferta es sencilla: pambolis, ensaladas, gazpacho y pizzas no caseras
La caseta del Chiringuito.
B. Font
A las once de la mañana empieza la jornada en el Chiringuito de la Costa de la Calma. A medida que pasan los minutos, mallorquines y turistas van llenando uno de los lugares con más encanto de la isla sin lujos ni pretensiones.
Aquí no hay servicio en la mesa ni se puede reservar, uno tiene que hacer la comanda en la caseta. La oferta es sencilla: pambolis, ensaladas, gazpacho y pizzas no caseras
Parte del personal de El Chiringuito.
B. Font
A las once de la mañana empieza la jornada en el Chiringuito de la Costa de la Calma. A medida que pasan los minutos, mallorquines y turistas van llenando uno de los lugares con más encanto de la isla sin lujos ni pretensiones.
Aquí no hay servicio en la mesa ni se puede reservar, uno tiene que hacer la comanda en la caseta. La oferta es sencilla: pambolis, ensaladas, gazpacho y pizzas no caseras
El Chirijito (mojito de tomàtiga de ramellet) y dos 'pa amb oli' mixtos.
B. Font
A las once de la mañana empieza la jornada en el Chiringuito de la Costa de la Calma. A medida que pasan los minutos, mallorquines y turistas van llenando uno de los lugares con más encanto de la isla sin lujos ni pretensiones.
Aquí no hay servicio en la mesa ni se puede reservar, uno tiene que hacer la comanda en la caseta. La oferta es sencilla: pambolis, ensaladas, gazpacho y pizzas no caseras
A las once de la mañana empieza la jornada en el Chiringuito de la Costa de la Calma. A medida que pasan los minutos, mallorquines y turistas van llenando uno de los lugares con más encanto de la isla sin lujos ni pretensiones.
Aquí no hay servicio en la mesa ni se puede reservar, uno tiene que hacer la comanda en la caseta. La oferta es sencilla: pambolis, ensaladas, gazpacho y pizzas no caseras