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Javier Fernández
Ver galería >A estas alturas del verano echo ya en falta dos cosas. La primera es a nuestras canaperas oficiales, permitidme la expresión. Como los eventos ahora son más restrictivos y exclusivos, no es tan fácil encontrarse con esos rostros habituales de la sociedad mallorquina; mujeres que, engalanadas para cada ocasión, lograban siempre ser protagonistas en todas las fiestas, contaran o no con invitación. Era un placer verlas -de vez en cuando también les acompañaba algún caballero- en acción, ágiles y dispuestas siempre para la fotografía. La segunda de las cosas que echo de menos es la educación. Sí. No me cansaré de exigir el mismo respeto para los compañeros de profesión, ergo para mí también, que se nos exige desde el lado de los organizadores, personal de protocolo o responsables de comunicación del más alto nivel. No cuesta nada mostrase empático con el prójimo. Les voy a poner un ejemplo claro, sin citar el nombre del protagonista porque la institución está por encima. Si se le da la bienvenida por regresar a Mallorca un verano más y la respuesta es poco más que un gruñido de desaprobación porque se prefería estar en otro sitio, la imagen, francamente, es lamentable, por mucho cargo que se ostente. Va en el sueldo.
A estas alturas del verano echo ya en falta dos cosas. La primera es a nuestras canaperas oficiales, permitidme la expresión. Como los eventos ahora son más restrictivos y exclusivos, no es tan fácil encontrarse con esos rostros habituales de la sociedad mallorquina; mujeres que, engalanadas para cada ocasión, lograban siempre ser protagonistas en todas las fiestas, contaran o no con invitación. Era un placer verlas -de vez en cuando también les acompañaba algún caballero- en acción, ágiles y dispuestas siempre para la fotografía. La segunda de las cosas que echo de menos es la educación. Sí. No me cansaré de exigir el mismo respeto para los compañeros de profesión, ergo para mí también, que se nos exige desde el lado de los organizadores, personal de protocolo o responsables de comunicación del más alto nivel. No cuesta nada mostrase empático con el prójimo. Les voy a poner un ejemplo claro, sin citar el nombre del protagonista porque la institución está por encima. Si se le da la bienvenida por regresar a Mallorca un verano más y la respuesta es poco más que un gruñido de desaprobación porque se prefería estar en otro sitio, la imagen, francamente, es lamentable, por mucho cargo que se ostente. Va en el sueldo.
A estas alturas del verano echo ya en falta dos cosas. La primera es a nuestras canaperas oficiales, permitidme la expresión. Como los eventos ahora son más restrictivos y exclusivos, no es tan fácil encontrarse con esos rostros habituales de la sociedad mallorquina; mujeres que, engalanadas para cada ocasión, lograban siempre ser protagonistas en todas las fiestas, contaran o no con invitación. Era un placer verlas -de vez en cuando también les acompañaba algún caballero- en acción, ágiles y dispuestas siempre para la fotografía. La segunda de las cosas que echo de menos es la educación. Sí. No me cansaré de exigir el mismo respeto para los compañeros de profesión, ergo para mí también, que se nos exige desde el lado de los organizadores, personal de protocolo o responsables de comunicación del más alto nivel. No cuesta nada mostrase empático con el prójimo. Les voy a poner un ejemplo claro, sin citar el nombre del protagonista porque la institución está por encima. Si se le da la bienvenida por regresar a Mallorca un verano más y la respuesta es poco más que un gruñido de desaprobación porque se prefería estar en otro sitio, la imagen, francamente, es lamentable, por mucho cargo que se ostente. Va en el sueldo.
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