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Bartomeu Noguera
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El plan parecía perfecto a comienzos de los años 70: los terrenos de Sa Canova de Artà se convertirían en el complejo Isla Ravenna, el mayor proyecto turístico que se impulsaba en España. Una ciudad portuaria para 30.000 habitantes que generaría 5.000 puestos de trabajo, con chalés y apartamentos, dos poblados, hoteles de cuatro y cinco estrellas, dos puertos deportivos con 500 amarres, un campo de golf de 18 hoyos, su centro comercial y una clínica. Todas las piezas encajaban y la ejecución del proyecto parecía cuestión de poco tiempo, ya que se contaba con el beneplácito de la autoridades del gobierno franquista de Madrid, con accionistas influyentes en las altas esferas, con inversión multimillonaria extranjera comprometida y con la propiedad de las tierras idóneas para iniciar un camino que se presagiaba exitoso.
El plan parecía perfecto a comienzos de los años 70: los terrenos de Sa Canova de Artà se convertirían en el complejo Isla Ravenna, el mayor proyecto turístico que se impulsaba en España. Una ciudad portuaria para 30.000 habitantes que generaría 5.000 puestos de trabajo, con chalés y apartamentos, dos poblados, hoteles de cuatro y cinco estrellas, dos puertos deportivos con 500 amarres, un campo de golf de 18 hoyos, su centro comercial y una clínica. Todas las piezas encajaban y la ejecución del proyecto parecía cuestión de poco tiempo, ya que se contaba con el beneplácito de la autoridades del gobierno franquista de Madrid, con accionistas influyentes en las altas esferas, con inversión multimillonaria extranjera comprometida y con la propiedad de las tierras idóneas para iniciar un camino que se presagiaba exitoso.
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El plan parecía perfecto a comienzos de los años 70: los terrenos de Sa Canova de Artà se convertirían en el complejo Isla Ravenna, el mayor proyecto turístico que se impulsaba en España. Una ciudad portuaria para 30.000 habitantes que generaría 5.000 puestos de trabajo, con chalés y apartamentos, dos poblados, hoteles de cuatro y cinco estrellas, dos puertos deportivos con 500 amarres, un campo de golf de 18 hoyos, su centro comercial y una clínica. Todas las piezas encajaban y la ejecución del proyecto parecía cuestión de poco tiempo, ya que se contaba con el beneplácito de la autoridades del gobierno franquista de Madrid, con accionistas influyentes en las altas esferas, con inversión multimillonaria extranjera comprometida y con la propiedad de las tierras idóneas para iniciar un camino que se presagiaba exitoso.
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El plan parecía perfecto a comienzos de los años 70: los terrenos de Sa Canova de Artà se convertirían en el complejo Isla Ravenna, el mayor proyecto turístico que se impulsaba en España. Una ciudad portuaria para 30.000 habitantes que generaría 5.000 puestos de trabajo, con chalés y apartamentos, dos poblados, hoteles de cuatro y cinco estrellas, dos puertos deportivos con 500 amarres, un campo de golf de 18 hoyos, su centro comercial y una clínica. Todas las piezas encajaban y la ejecución del proyecto parecía cuestión de poco tiempo, ya que se contaba con el beneplácito de la autoridades del gobierno franquista de Madrid, con accionistas influyentes en las altas esferas, con inversión multimillonaria extranjera comprometida y con la propiedad de las tierras idóneas para iniciar un camino que se presagiaba exitoso.
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