-Los acuerdos que acaban de adoptar los ministros del G-20 sobre el FMI constituyen un "pacto histórico", como se dijo?

-Se han abordado dos cuestiones diferentes. Una es el acuerdo de doblar el capital del FMI con un incremento de las cuotas que aportan los países con el fin de que el Fondo disponga de más recursos. La crisis, que es muy profunda y ha afectado además a los países más desarrollados, ha consumido muchos recursos y las cuotas actuales se han demostrado insuficientes para atender la demanda de crédito. Esta insuficiencia se había salvado de forma transitoria con préstamos bilaterales entre países. Esta ampliación se ha hecho de forma que los países emergentes y en vías de desarrollo incrementen su cuota de participación en el 6% y que los desarrollados les cedan tres puestos en el FMI.

-¿El refuerzo de la posición de las economías emergentes en el FMI trata de reproducir el nuevo peso de esos países en la economía?

-El acuerdo trata de ser fiel al peso de cada país en la economía, pero corregido, mediante una fórmula compleja, con otros factores, como el grado de apertura económica, volumen exportador y otros. Habrá una parte alícuota y otra para corregir el peso de cada país en función de su crecimiento o decrecimiento. Dado que los países emergentes van a tener más peso, Europa, que es el área más representada (tiene el 32% de los votos) cederá tres sillas.

-¿Podría reducirse la presencia de España en el directorio ejecutivo del FMI?

-No parece que vaya a ocurrir. España ya rota en el FMI con países latinoamericanos, mientras que hay pequeños países europeos con puesto en el consejo y que no rotan. España no es el objetivo.

-Se ha hecho la lectura de que ésta es una concesión a China para que aprecie su moneda.

-Es una visión simplista creer que China, por un puesto arriba o abajo en el FMI, vaya a cambiar su política monetaria.

-¿Puede el FMI contribuir a la relajar la actual tensión sobre política cambiaria?

-El Fondo trata de que haya la mayor cooperación económica y monetaria. Tras la cumbre de Pittsburg, todos los países del G-20 enviaron sus políticas y proyecciones al FMI para que analizase su consistencia y para que el Fondo propusiese iniciativas que contribuyan a salir de la crisis. Estamos en este asesoramiento. Los países deficitarios necesitan exportar más, mientras que los países muy dependientes de las exportaciones y que han acumulado grandes superávit deben reducir esa vía de crecimiento. Y sólo pueden hacerlo aumentando la demanda interna.

-¿Cómo hacerlo?

-China debe corregir su superávit, y EE UU su déficit, para buscar el equilibrio. En EE UU conllevaría consolidación fiscal. Y en China, favorecer el consumo y reducir el ahorro. Para impulsar su demanda nacional China debe avanzar en los sistemas de salud y de pensiones, para que sus ciudadanos no tengan tanta propensión al ahorro. Debe corregir también sus políticas de salarios bajos y reducido coste del capital con bajos tipos de interés, porque incentivan el uso de los factores de producción pero no el consumo.

-Pero a estos desequilibrios contribuyen más países.

-Países con déficit exterior tradicional son EE UU, Reino Unido y España. Y con superávit, China, países productores de petróleo, Alemania y Japón.

-El intento de EE UU de imponer sanciones a quien rebase los tipos de cambio no parece que vaya a prosperar.

-La propuesta parte de los sectores más belicosos del Congreso de EE UU para sancionar a los países que mantengan artificialmente los tipos de cambio. Hacerlo sería contrario a la Organización Mundial de Comercio y generaría una dinámica impensable de la que el mundo ya aprendió en la Gran Depresión que la guerra arancelaria es poco provechosa. Lo óptimo es que el G-20 intente encontrar una fórmula de colaboración porque esto irá en beneficio de todos; y más de China, porque es el país que más vende a EE UU y la UE.

-¿No cabe hablar aún de ´guerra de divisas´?

-No. Hay preocupación, pero es exagerado hablar de guerra. Se tiende a exagerar. Ha habido intervenciones en los mercados cambiarios por parte de China, Corea, Japón y algunos otros países emergentes, pero esperemos que en el plazo de unas semanas se alcance un acuerdo.

-EE UU mantiene la política de gasto y estímulo fiscal. Europa, a la inversa, está haciendo un ajuste severo. ¿Esta dualidad contribuye a la distorsión?

-Las estrategias diferentes de EE UU y la UE vienen dadas porque sus situaciones son distintas. EE UU y China son los únicos grandes países capaces de aplicar políticas fiscales y monetarias autónomas, con independencia de su efecto sobre terceros. La UE también podría hacerlo si tuviera una única política fiscal. EE UU puede darle a la máquina de hacer dólares o emitir deuda con independencia de cómo afecte a otros. Pero no parece que vaya a tener la posibilidad de acometer un nuevo gran estímulo fiscal por razones políticas. Sin embargo, a la Reserva Federal (banco central) su independencia sí le permite la expansión cuantitativa inyectando dólares a cambio de activos. Esto es consistente con la situación de EE UU. Pero no con la de la UE, a la que los mercados pusieron dificultades en abril y mayo para financiar a los países de la periferia europea. A falta de subida de impuestos, la forma de pagar las políticas de estímulo público es con el recurso a los prestamistas; pero si los mercados dejan de prestarte dinero, ya no puedes seguir acometiendo esas políticas. Y los mercados han dicho que no prestan más a Europa de forma generalizada. Por eso la UE ya no tiene margen de maniobra y ha tenido que entrar en un proceso de consolidación fiscal más o menos sincronizado.

-Pero el ajuste conjunto europeo frena o ralentiza el crecimiento económico.

-Va a afectar y por eso todos los países tienen que corregir a la baja sus previsiones. Sin embargo, el ajuste permite recuperar la confianza, porque desaparece la amenaza sobre la deuda pública y sobre la moneda, y las subastas de letras dejan de ser un espectáculo mediático, y esto genera efectos positivos sobre la economía. Con todo, la contracción fiscal sí se va a notar en el crecimiento.

-¿Hemos tocado ya fondo en el derrumbe pero ahora nos queda un proceso de recuperación muy débil y muy lento?

-Ése es el retrato. Va a ser un proceso lento, y la recuperación va a ser débil en todo el mundo desarrollado. Y esto será más acusado en la UE que en EE UU. Alemania está creciendo por sus exportaciones a los países emergentes, pero esto puede pararse. Ésta es una recesión mayor que cualquier otra que hayamos vivido. Hay muchos factores que restan: endeudamiento público y privado, familias ahorrando, consumo detenido, exportaciones débiles a países avanzados.

-En España se acusa al gobiernos de haber ocultado la crisis en 2008 por razones electorales. Pero en esa fecha todas las previsiones del FMI, OCDE, Banco Mundial, BCE... aseguraban que España crecería ese año. ¿Erraron todos?

-Sí. Incluso el FMI, que era el más pesimista, de ninguna manera predijo lo que acabó ocurriendo. Todo cambió en septiembre de 2008, con el derrumbe en EE UU del banco Lehman Brothers. En ese momento hubo un paro cardiaco en la economía y congelación del consumo y la inversión en España. Esa intensidad no la previó nadie. Para España y otros países lo que pronosticó el FMI en el primer tramo de 2008 era un aterrizaje suave, desaceleración y enfriamiento.