No hay motivos para la tristeza. Se va Roger Federer, uno de los mejores tenistas de la historia y el más elegante de cuantos han pisado una pista a los 41 años y nada que reprocharse. El adiós del suizo, que deja un legado infinito, supone el fin de una era. Por encima de cifras y récords, apabullantes -20 grandes, 103 títulos, 1251 victorias, 310 semanas número uno-, se va un tenista con un estilo único, inimitable, con el revés a una mano más estético de la historia, un servicio monumental y una derecha demoledora. Se despidió el señor de las pistas junto a su amigo y gran rival en su carrera, Rafel Nadal. Ambos ofrecieron ayer la última lección de vida y dignidad. El tenis es menos tenis sin Federer.
OPINIÓN