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Nadal siempre es favorito en París

Por si alguien todavía tiene alguna duda, Rafel Nadal siempre es favorito en París, en su torneo fetiche, en su pista talismán, en la que juega como si estuviera en el jardín de su casa. En mejor o peor forma, habiendo jugado más o menos -este año menos que nunca por la maldita pandemia-, con cambio de pelotas, bajo techo, bajas temperaturas, humedad. Da lo mismo. El mallorquín es el mejor sobre tierra, y lo demostró ayer ante el número uno, Novak Djokovic, que se presentaba invicto a su cita con Nadal (su descalificación en el US Open no cuenta porque le derrotó el reglamento, no Carreño).

Que Djokovic necesitara casi una hora para sumar su primer juego da una idea de lo que fue el partido de Nadal, una auténtica locura. Tras el ‘rosco’ del primer set -el segundo que le endosa al serbio tras el de Roma del año pasado- y el 6/2 del segundo, más de uno se acordó del 6/1, 6/3, 6/0 que propinó a Federer en 2008, pero el número uno maquilló el marcador en el tercer y definitivo parcial.

No hace falta que pase el tiempo para darse cuenta de la obra maestra que está fabricando el tenista de Manacor. Ganar trece veces un mismo torneo, y no uno cualquiera, sería de ciencia ficción si no es porque es real, una gesta que muy probablemente no se llegue a igualar o superar nunca. Lograr semejante hazaña significa empezar a ganar con 20 años o menos -Nadal conquistó su primer título con 19 años recién cumplidos- y no parar durante más de una década, que se dice rápido. Algo así solo está al alcance de los elegidos, y Nadal es uno de ellos.

El campeón de veinte grandes, ¡¡¡veinte!!!, jugó ayer el partido perfecto. Sus dos primeros sets fueron impolutos. No se puede jugar mejor a tenis. Anuló a su ilustre rival, que se vio derrotado a las primeras de cambio ante los golpes que recibía del otro lado de la pista.

Mención aparte merece uno de los técnicos de Djokovic, Goran Ivanisevic. No se puede ser más inoportuno y torpe a la vez al manifestar que «Nadal no tiene ninguna posibilidad ante Djokovic». Decir semejante tontería cuando delante tienes al mejor tenista de la historia sobre tierra batida es ser un inconsciente. El croata debería habérselo pensado dos veces antes de hablar. Ni tan siquiera sirvió de motivación para Nadal, que no necesita que le pinchen cuando juega una final en París, donde siempre es el favorito.

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