Ha parecido más fácil de lo que ha sido. Y ha oscurecido cualquier otro éxito deportivo que se haya podido producir este domingo. La medalla de oro en K4 y la plata en K2 500 en el Europeo de Marcus Walz o ese título honorífico del Mallorca como el mejor equipo de la Segunda B tras la victoria ante el Rayo Majadahonda. Todo queda por debajo de otro triunfo incontestable de Rafel Nadal en la pista central de Roland Garros, que ha supuesto que el tenista de Manacor se haya hecho con su décimoprimera Copa de los Mosqueteros tras derrotar en tres sets al austríaco Dominic Thiem, que no ha tenido opciones de inquietar al mallorquín en momento alguno del partido, aunque en el primer set el break definitivo no llegaría hasta la disputa del penúltimo juego.
El mejor en la tierra batida...
Se trata de una victoria que, por si alguien tenía dudas, consagra definitivamente al mallorquín como el mejor tenista en tierra batida del siglo XXI -pese al corto recorrido de la centuria-, porque será difícil, por no decir imposible, que alguien consiga hacerse con once títulos en el torneo parisino. Nadal es el auténtico rey de Roland Garros y la ciudad de la luz está rendida al tenis del manacorí, quien con 32 años ha logrado su décimo séptimo Grand Slam, que le permite seguir ostentando el número 1 de la ATP.
Y es que la verdad es que nadie ha visto en el torneo francés a un jugador que pudiera inquietar con su tenis al mallorquín. El maduro Roger Federer renunció hace tiempo a hacer sombra a Nadal en los torneos de arcilla; el otrora imbatible Djokovic está en proceso de recuperación de algo de lo que fue, aunque parece haber perdido buena parte de su motivación, y otros nombres como Nihiskori, Goffin o Del Potro no alcanzan el juego que les permitiría coquetear con la victoria. Las esperanzas sobre las opciones que podía tener Thiem en la final de ayer venían de la reciente victoria del austriaco en el torneo madrileño, jugado a un nivel terráqueo mucho más alto que el de París.
Thiem es el heredero natural de aquel Thomas Muster al que se llegó a llamar el "tenista agrícola" porque sus grandes éxitos solo se lograban sobre la tierra y le eran vetados en las pistas sintéticas. Dominic puede ser un futuro ganador del torneo parisino cuando acabe la dictadura de Nadal, pero le falta madurar un poco en su mentalidad cuando la situación se torna adversa. El manacorí es maestro en ello y cuando las dificultades asoman sabe sacar de su cabeza las soluciones para darle la vuelta a cualquier contratiempo. Ayer más de uno pensó que el episodio del calambre en la mano izquierda de Nadal daría alguna posibilidad a Thiem, pero el austríaco no pudo siquiera acercarse en el marcador al mallorquín, y por supuesto no pudo hacerse con ninguna manga, como algunos temían.
¿Y el mejor de la historia?
Nadie discute pues quien es el rey de la tierra, pero como ocurre cada vez que Nadal gana un título de Grand Slam va a desempolvarse de nuevo el debate sobre si es el manacorí o el suizo Federer el mejor tenista de la historia. El tenista de Basilea lleva acumulados tres grandes torneos más que el mallorquín y, pese a sus casi 37 años, aspira a hacerse con alguno más. Federer ha decidido recortar y su temporada y dosificar sus apariciones en el circuito pensando en el objetivo soñado de Wimbledon, que se inicia en menos de un mes, pero no lo tendrá tan fácil como Nadal para sumar este Grand Slam en una superficie en la que la proliferación de cañoneros es tal que la nómina de rivales con opciones de ganarle un partido es elevada.
Las lágrimas de emoción de Nadal tras conseguir algo que para él debía ser tan rutinario, como ganar en París, dejan entrever que el mallorquín tiene la ambición suficiente para recortar su desventaja de tres Grand Slam y ser el mejor de todos los tiempos.