Ni siquiera había empezado a responder a las preguntas y su serio semblante ya reflejaba que sus palabras no iban a ser mucho más positivas. Jorge Lorenzo no está cumpliendo con las expectativas que él mismo había despertado con su Ducati en este arranque de Mundial, en el que aspira a luchar con los Márquez, Rossi y compañía. No obstante, no hay nada más lejos de la realidad. "
Muy lejos de la cabeza de carrera en todo momento, el mallorquín acabó peleando por la octava posición en un cuarteto integrado por Tito Rabat, el australiano Jack Miller y Aleix Espargaró, con algunos adelantamientos entre ellos en el límite, hasta que se quedó descolgado de todos en tierra de nadie.
"Fue una carrera para olvidar, a una vuelta y con neumáticos blandos éramos explosivos, pero nunca tuve el ritmo de carrera. Tampoco ayudó la elección del neumático duro trasero, tuve malas sensaciones desde el principio, estoy decepcionado y triste", explicó antes de asumir que no está al nivel que esperaba. "Me está costando con esta Ducati más que la anterior. Tiene puntos positivos y negativos. Quizá a dos vueltas se puede ir más rápido ajustando un pelín la electrónica, pero para tener el ritmo de carrera me está costando más. Es una moto más física y este fin de semana se me ha juntado todo para hacer un resultado tan malo. Hay que olvidar y pensar en el futuro con motivación y seguir trabajando y a ver si en Europa va mejor la cosa", señaló convencido el bicampeón del mundo de 250cc en 2006 y 2007, y tricampeón del mundo de MotoGP en 2010, 2012 y 2015.
De hecho, la próxima carrera es en el Gran Premio de España en el circuito de Jerez el próximo 4, 5 y 6 de mayo. Ahí logró su primer podio con Ducati, un resultado que, visto lo visto, firmaría el balear con los ojos cerrados.