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Análisis

Rendidos a la evidencia

En general el deporte no es tan ilógico como se pretende al confundir las excepciones con las reglas. El tenis en particular admite muy pocos resultados imprevisibles, algunos de los cuales Rafel Nadal consiguió en un pasado glorioso que no palidece ante la evidencia del presente y la incerticumbre del futuro. Ayer, en París, pasó lo que todos nos temíamos y nadie quería creer. Sí, el carácter del mallorquín bastó para alimentar vanas ilusiones más que esperanzas, al levantar un 4-0 en contra que llegó a amenazar con un tie break.

A partir de aquel primer set, Djokovic no encontró el menor obstáculo para definir con absoluta fidelidad la diferencia entre el actual número uno del ranking ATP y el séptimo clasificado, incluso en la superficie preferida por este último. Sencillamente, no hay color.

Pero es pronto para empezar a pensar en homenajes o devolver al destronado rey de los Mosqueteros a su reposo palaciego en Manacor. A eso suenan las palabras de aquellos que ya entonan presuroros cánticos de agradecimiento. Naturalmente que ha enorgullecido a los deportistas españoles en general y al deporte balear en particular.

Y hasta podemos aceptar la dificultad de que llegue a recuperar el nivel que tuvo, lo cual no implica arrojar la toalla ni mantener la fe en otras batallas de las muchas que aún quedan. El ocaso, igual que el amanecer, transitan entre el día y la noche o viceversa.

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