El diseñador mallorquín Pablo Erroz presentó ayer en Palma su colaboración con la bodega Laus y el 31 de octubre charlará en la Fundación Juan March de Las artes y los oficios en el décimo aniversario de su firma, que ha revolucionado los géneros y temporadas.

¿Es diferente diseñar para un cuerpo que para un vino?

Yo concibo el diseño de forma multidisciplinar, sin barreras, solo centrándome en lo básico. Para mí lo más importante es el proceso creativo y llegar a lo que queremos lograr, ya sea con una prenda, un mueble o una botella de vino. Son diferentes formatos y hay que adaptarse a ellos, pero al final prevalece tener una idea y ponerla en práctica.

¿Hay que catarlo para idear mejor su etiqueta?

La cata es fundamental, más que nada para saber de qué tipo de vino estamos hablando. No es lo mismo que tenga cuerpo o que sea ligero, como cuando creas una prenda para alguien. Tiene que ir acorde. Cuando el diseño acompaña a la esencia del vino, le aporta valor. Por eso me gusta analizar todos los elementos que lo componen, para poder tener un concepto general de lo que transmite y, en base a eso, hacer una propuesta lo más acertada posible.

¿Y saber de vinos?

No necesariamente, aunque siempre es mejor. Cuanto más lo conoces, lo complementas mejor y trabajar en el proceso es mucho más interesante e inspirador. Este año he realizado varias acciones con bodegas y he aprendido un montón. De todos modos, como afirman la mayoría de enólogos, todos sabemos algo de vino. Y al final el que más sabe te dirá que no sabe nada porque hay tantos matices... El mundo del vino está relacionado con el estilo de vida que refleja nuestra marca y por eso surge la colaboración.

Son dos diseños sutilmente diferentes que, cuando se unen, forman uno nuevo. ¿Cuál es la inspiración?

Para nosotros el mejor vino se disfruta en compañía y se nos ocurrió que era una bonita idea crear dos etiquetas con un mismo patrón, pero con un sutil cambio, para dos botellas y que, cuando juntases ambas, se formase una nueva figura. Por eso el estuche tiene un pack de dos. Además, la idea es tratarlo como un objeto de diseño que puedas exhibir en una estantería, por ejemplo. La caja y el envoltorio también han sido creados pensando en darle ese valor añadido.

Otros reconocidos artistas, como Miquel Barceló, también han colaborado con bodegas. ¿Qué aportan a este mundo?

El proceso de elaboración del vino, como toda la tradición que lleva detrás, es cultura, igual que el arte y el diseño. Son mundos muy ligados, por lo que la unión surge de forma natural. Cuando juntas diferentes disciplinas, lo que haces es aportar valor y crear algo nuevo en una simbiosis en la que todos ganan. Es el ADN de nuestra marca, conectar ámbitos diferentes.

Ya ha probado con muebles y objetos de decoración. ¿Quiere experimentar en más ámbitos o profundizar en lo existente?

Las dos cosas. Siempre digo que nos queda todo por hacer. Continuamos trabajando en lo que ya conocemos investigando y creciendo; y estamos abiertos a nuevas disciplinas porque de este modo se enriquece el proyecto y es más interesante para nosotros y el usuario. Todo es bienvenido. El diseño también es evolución y, por suerte, las nuevas vías en las que estamos trabajando están funcionando muy bien. Vendrán más y algunas están en camino, pero no haré spoiler.

Fue visionario al acabar con géneros y temporadas. Estamos a 19 de octubre rozando los 30 grados de temperatura. ¿Qué más ve que falte en la moda?

No soy quien para decirlo, ya que cada empresa es diferente, pero en líneas generales el sector de la moda puede mejorar si se acerca más a la realidad actual, a las necesidades tanto del usuario como medioambientales. Igual que en nuestra vida, tendríamos que aplicar el sentido común. Hay un cambio de mentalidad, pero si lo hacemos todos nos irá mucho mejor. A partir de ahí, que cada empresa aporte su valor de diferenciación. En nuestro caso, lo hicimos utilizando el sentido común. Entendimos que había que producir menos y mejor, y desde entonces diseñamos una sola colección al año, amplia y global. El tiempo nos ha dado la razón porque estamos a finales de octubre y seguimos usando ropa de verano.

Le definen como «heredero del cool neoyorquino» y usted siempre defiende el producto local. ¿Es compatible?

Por supuesto. Fue un titular que me pusieron en referencia al estilo, aunque ya está bastante extendido. Sobre los materiales, en las colecciones utilizamos un porcentaje elevado de producto local porque queremos ponerlo en valor. Es muy necesario.

Este verano su falda de tela de llengos que la reina Letizia lució en la isla le convirtió en portada de las revistas del corazón. ¿Ha sido un antes y un después?

Nos dio una visibilidad brutal y en ese sentido sí que marcó un antes y un después. Le estamos muy agradecidos y las críticas coincidieron en que el diseño fue un acierto en todos los niveles. Tras la creación propia estaba la tradición de Mallorca.

¿Por qué costaba más de mil euros?

Porque estaba hecha de forma totalmente artesanal, con tejido ikat creado y teñido a mano en un proceso que dura semanas. Era una tela que medía siete metros y la falda se hizo a medida. Aún no hemos aprendido realmente a valorar el trabajo hecho a mano. Si queremos cambiar el modelo de consumo, no podemos tener tanto y debemos invertir solo en lo que realmente necesitamos, apostando por la calidad.