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César Antonio Molina: «La ola de violencia se debe a una orfandad cultural terrible»

El escritor y exministro de Cultura con Zapatero advirtió sobre los peligros del totalitarismo tecnológico en la librería palmesana La Biblioteca de Babel

El escritor César Antonio Molina, ayer, en Palma. | MANU MIELNIEZUK

El escritor César Antonio Molina asegura que no es ningún profeta, pero que como profesor e intelectual se siente en la obligación de advertir sobre los peligros de lo que él denomina «totalitarismo tecnológico». El autor de ¡Qué bello será vivir sin cultura!, que compartió ayer sus cuitas y reflexiones con los lectores en la librería palmesana La Biblioteca de Babel, sostiene que el mundo digital está comenzando a cambiar el sentido de la cultura tal y como la hemos conocido hasta ahora. «El uso de las nuevas tecnologías creará nuevas formas de expresión, de difusión y de información, y la cultura como saber, conocimiento y reflexión sobre el mundo, el tiempo, el espacio y el futuro se irá resquebrajando y pasará a tener un lugar muy secundario», sostiene, apoyándose en un diagnóstico poco halagüeño para las Humanidades.

Cuando se le pregunta si los influencers han sustituido a los intelectuales, espeta que éstos son gente «sin oficio, sin conocimientos y que opinan estupideces y tonterías, pero que tienen muchos seguidores». «Este estado de cosas se está creando y jaleando por parte de las grandes multinacionales tecnológicas, con unos intereses determinados, que en muchos casos no pagan impuestos, que amenazan a los estados y por ende a los ciudadanos y la democracia», apunta. «Es un panorama nuevo que los viejos intelectuales tenemos que denunciar con los medios que tenemos a nuestro alcance y tratar de explicarlo». Con ello, Molina quiere dejar claro que no es un «negacionista» de las nuevas tecnologías. «De lo que estoy en contra es del totalitarismo tecnológico, es decir, de las nuevas tecnologías manejadas y manipuladas por las grandes empresas que tratan de meterse en nuestras vidas para que hagamos y consumamos lo que ellas dicen», denuncia. «Estamos entregando nuestra libertad a la tecnología desde el momento en que cada vez tenemos menos conocimientos propios y dependemos más de los móviles y los ordenadores».

Para el exministro de Cultura, este tipo de totalitarismo es «más sibilino» que el totalitarismo político de otras épocas, que trató de imponerse a través de la violencia. «Este nuevo totalitarismo te hace cree que es bondadoso, que te va a hacer la vida mejor, que te da facilidades», advierte. Molina asegura que es en este estado de cosas en el que la democracia se tambalea y los extremismos y populismos avanzan.

El valor del trabajo en el momento en que se haya desarrollado e implantado con normalidad la Inteligencia Artificial es otra de las preocupaciones del escritor. «Cuando se hayan acabado de construir esos monstruos robóticos, ¿qué alternativa se le va a dar al ser humano? ¿Alguien se ha preguntado lo que supone que la memoria artificial sustituya a la humana?», cuestiona.

«El trabajo para el ser humano es esencial. Éste da un uso a su tiempo en una labor que es benefactora para él y para los demás», indica. «El trabajo da forma e interés a nuestras vidas. Si al ser humano le quitamos el trabajo, en qué va a emplear su tiempo», se pregunta el también profesor.

«Uno de los fundadores de Google aseguró que en pocos años habrá ordenadores donde se podrá vaciar la memoria humana. Queda poco tiempo para esto, para que se pueda descargar nuestra conciencia en una máquina», explica. «Es atroz, debemos protestar», agrega.

La orfandad e incluso el actual desprecio a la cultura es el que «nos está conduciendo a esta ola de violencia tan fuerte que vivimos. Parece que ya no se sabe qué es el bien y qué el mal», subraya. «Sin cultura no habrá ni libertad, ni democracia y estaremos sometidos las normas del poder».

Sobre el ministerio de Cultura, que tan bien conoce tras su paso por dicha cartera entre los años 2007 y 2009 (con Zapatero), asegura que su principal problema es el ministerio de Hacienda. «Ni entienden, ni saben, ni les interesa el ministerio de Cultura. Lo ven como algo pesado y que sólo da problemas».

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