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MÚSICA. CRÍTICA

Vientos cálidos

Después de unas semanas de trabajo intenso de los grupos de cuerda, era obligado darles un respiro, si no a todas las secciones, sí a algunos de sus miembros. Ese descanso justifica la programación de este concierto en el que los instrumentos de viento, en todas sus formas, tomaron el relevo protagonista. No era casual el título genérico del mismo: Un somni sense violí.

Las obras elegidas para la ocasión, exceptuando esa joya que es la Segunda Serenata de Brahms, están faltas de magnetismo. ¿Son curiosas?, sí; ¿están bien construidas?, pues también, pero eso no basta para seducir. Fueron, en el fondo, obras de relleno como preludio a la composición brahmsiana. Louis Spohr y Joaquín Rodrigo tienen obras mucho más interesantes que esos respectivos Nocturno y ¿Adagio? Pero bien está lo que bien acaba y la sesión que comentamos acabó bien, muy bien, con nuestros músicos y director dando todo de sí en la obra del compositor alemán.

Y es que la Serenata número 2 que Brahms dedicó a su amiga Clara Schumann es ya de por sí curiosa, por la plantilla: ni violines ni trompetas. Pero también por esos dos movimientos intermedios, que son el Scherzo y el Menuetto, dos auténticas joyas de una corona que no tiene desperdicio, pues los cinco tiempos mantienen siempre el interés del oyente. Tengamos en cuenta que hablamos de Brahms, que no tiene momentos menores.

Curiosa velada, pues, esta que nos ofreció la Simfònica a las órdenes de su titular Pablo Mielgo. Una sesión bien resuelta, sin sobresaltos, pero que, sin Brahms, hubiera quedado un tanto deslucida. Y ahora, el día 29, a por Mozart con uno de los grandes del teclado, el pianista Ivan Martín. Tomen asiento.

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