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Ben Jakober: «El arte es un medicamento que salva almas»B. Ramon

Ben Jakober: «El arte es un medicamento que salva almas»B. Ramon

Ben Jakober: «El arte es un medicamento que salva almas»

La Fundación Yannick y Ben Jakober ofrece visitas gratuitas para mayores de 65 años

Ben Jakober sale del edificio principal del Museu Sa Bassa Blanca antes de iniciar un recorrido por la sede de su fundación situada en el Mal Pas, en Alcúdia. La casa, obra del arquitecto egipcio Hassan Fathy en 1978, fue su hogar hasta 1993, fecha en la que se constituyó la fundación que lleva su nombre y el de su esposa Yannick Vu. Los artistas radicados en Mallorca desde finales de la década de los 60 han reunido en este espacio no solo obra propia, que desde hace décadas firman conjuntamente, sino también su colección privada de arte. «No es para gloria nuestra sino para mostrar la obra de otros artistas», dice Jakober sobre el proyecto que pronto cumplirá tres décadas de existencia.

Coincidiendo con el 90 aniversario de Ben Jakober, la Fundación acaba de poner en marcha un programa de visitas gratuitas a Sa Bassa Blanca para mayores de 65 años en colaboración con la Fundación La Caixa. «Aquí, en Mallorca, tenemos de todo sin necesidad de viajar. Hoy más que nunca es así», dice el escultor, convencido de la singularidad de este espacio. Tocados por la pandemia, como la mayoría de actividades, Jakober explica, antes de iniciar la visita por las diferentes salas del museo, que reabrieron al público el pasado 1 de julio. «Económicamente no es viable, pero nuestra obligación es tener abierto. Si antes el 80% de nuestros visitantes eran extranjeros, ahora el 95% son mallorquines, vienen muchas familias con niños». Jakober señala que habían logrado ponerse en los 20.000 visitantes anuales, que debido a la crisis del coronavirus han bajado hasta situarse en el 30 por ciento de esa cifra: «Pero no tenemos que volver a lo normal, hay que hacerlo mejor», reflexiona el artista».

«Una combinación única»

«El arte ayuda a la gente a pensar y en estos momentos es necesario tener un lugar a donde ir sin peligro». Para Jakober Sa Bassa Blanca ofrece «una combinación única que no se puede perder» y que aúna arte y naturaleza y en donde se propone un recorrido por diferentes civilizaciones: «La Fundación Miró es maravillosa, Es Baluard está haciendo cosas muy válidas y la Fundación March tiene una colección importante de artistas españoles, pero nadie puede ofrecer una experiencia como esta», dice el escultor. Esa experiencia comienza en los jardines de la propiedad, con los animales monumentales realizados en granito que firma la pareja de artistas. «Cada una de estas piezas hace referencia a una cultura: Japón, Persia, Egipto», enumera.

El tándem formado por Jakober y Vu firma algunas esculturas de gran formato presentes en diversos puntos del globo. De París a Londres y de Hong Kong a Mallorca: «Son piezas específicas para ese lugar, entran en relación con la historia, sorprenden pero no tienen que amenazar», argumenta. La naturaleza colindante -la propiedad se sitúa entre el mar y la montaña-, los jardines y el huerto dialogan con esas criaturas gigantescas y éstas con el resto de las piezas que conforman la colección: «Son complementarias», afirma Jakober, aunque en un primer momento pueda parecer que se hallan faltas de conexión. El arte contemporáneo establece una relación con piezas de distintas culturas: África, Australia o Papúa Nueva Guinea. Se apuesta por el arte africano y el marroquí y se vuelve una y otra vez al problema del medio ambiente y la sostenibilidad. El antiguo aljibe de la finca, habilitado como sala de exposiciones, reúne la colección de retratos de niños que van de los siglos XVI al XIX. Más de 50 pinturas expuestas de un total de 165, una serie de piezas que la pareja de artistas comenzó a reunir hace décadas siendo la primera adquisición de la serie el Retrato de una niña con cerezas del mallorquín Joan Mestre i Bosch (1826-1893). «No me atrevo a decir que sea una colección única, el Prado debe tener cientos de retratos de niños, pero sí es único el modo en que nosotros los mostramos», dice Jakober. El resto de obra se muestra en la sala Sokrates, llamada también de las maravillas, donde destaca un lienzo de Miquel Barceló de gran tamaño y en el interior del edificio principal, que atesora varias obras de Domenico Gnoli. «Mis padres eran coleccionistas y los de Yannick también. Creo que el artista es el más indicado para coleccionar», opina Jakober. Destaca de nuevo que el diálogo es la línea que une piezas en principio tan alejadas como un Francis Bacon o una máscara africana delsiglo XIX o el óleo de un Cristo del siglo XVI con una talla de la isla de Ambrym: «En ambos casos hablamos de creencias», explica Jakober. Para el escultor, el arte «es universal, perpetuado. Los artistas a veces son premonitorios. Todo cambia, pero esto queda. Nosotros sugerimos. Olvidamos, cambiamos de ideas a través del arte. Es un medicamento que salva almas», concluye.

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