Quizás el título sea un tanto exagerado, pues casi todo el concierto tuvo lugar bajo un cielo semi despejado, sin nada de gotas de agua; solamente los últimos compases de la noche tuvieron que interpretarse con el público situado en los pasillos del claustro y los músicos detrás del escenario, a recobro y con el director, ese sí, bajo la lluvia. Una curiosidad que muchos recordarán como un hecho más, de esa velada que dejó momentos del todo interesantes.
Era la tercera y penúltima de las citas de ese festival Beethoven que ha organizado la Orquestra de Cambra de Mallorca en el Claustre de Sant Domingo de Pollença. En el programa el Concierto para violín y la Sinfonía número 7.
Para el concierto, Bernat Quetglas y su grupo contaron con la colaboración del violinista gallego afincado en Mallorca José Manuel Álvarez Losada, uno de los mejores solistas de cuerda de entre los residentes en la isla. Álvarez Losada ha demostrado sobradamente su profesionalidad, muy centrada en la música de cámara. Aquí pero, añadió a su currículum de éxitos esa partitura de Beethoven, con la que dio una lección de musicalidad y afinación. Su Beethoven resultó convincente, con un sonido un tanto aterciopelado, cosa que debe entenderse como un elogio, naturalmente. Muy bien en las cadencias que escribió Manuel Quiroga para ese concierto, sustituyendo a las clásicas de Fritz Kreisler, más utilizadas. De todas maneras el solista no apartó al violinista austríaco pues lo recordó a través de una obra fuera de programa.
Ya en la segunda parte, la Orquestra de Cambra de Mallorca ofreció otra lectura potente e interesante de la Séptima. Muy bien los entresijos sonoros del primer tiempo y entrañable la dulzura del muy versionado Allegretto, que no por ser muy usado en películas y series deja de emocionar en cada escucha. Al final, a punto de terminar el Allegro con brío, apareció la lluvia, que obligó a terminar el concierto de una forma singular.