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El paisaje íntimo

¿Se pueden mesurar los sentimientos? ¿Una imagen vale más que mil palabras? ¿Puede el silencio ser retratado? Tal vez sean estas demasiadas preguntas sobre una exposición que solo pretende dejar constancia de un paisaje visiblemente captado en un instante en que se produce la conjunción de diversos y variados fenómenos naturales. Porque así es la fotografía del británico Michael Kenna (Lancashire, 1953), un instante regalado a la vista de un objetivo, de un ojo mecánico o electrónico que recoge ese intervalo que va de una milésima de segundo a otra, cuando ya la luz se postra o renace.

Por eso la cuestión de si un sentimiento puede mesurarse a partir de una imagen o esa imagen resulta indescriptible en mil palabras, porque ese impacto que recoge la cámara no es voluntad del aparato sino del fotógrafo, que en este caso, recoge las imágenes registradas a lo largo de una jornada, de un crepúsculo o al alba. Y ahí si que interviene el sentimiento con que el fotógrafo nos devuelve a la vista una imagen plagada de sensaciones inaprensibles a simple vista.

Kenna trabaja las imágenes captadas como un tesoro y en la intimidad y la soledad de su laboratorio escruta todos esos instantes recogidos por su cámara para revelar el verdadero sentido del instante captado. Con la minuciosidad de un orfebre revela sus fotos para impresionarlas en gelatina de plata, un proceso que sugiere un tratamiento de la imagen más clásico, pero de un extraordinario contraste entre los diferentes tonos del blanco y negro.

Por eso las imágenes que expone en el claustre de Sant Bonaventura de Llucmajor, donde habitualmente realiza sus exposiciones la Fundació Toni Catany, tienen esa precisión en el detalle de una pureza esencial, minimalista, ya sea para captar unos palos clavados en la nieve de la isla de Hokkaido, al norte de Japón o la vegetación de los jardines de los templos hindúes. Curiosamente, en ninguna de las fotografías que muestra y, por lo general en toda su producción, aparece la figura humana pese a que su presencia está sugerida siempre por la huella invisible que deja el hombre en cada una de sus imágenes.

Como no podía ser de otra forma, Michael Kenna ha seleccionado para esta muestra una serie de fotografías de Venecia, un sentido homenaje al mentor de la Fundación que le acoge, Toni Catany. Pese a que sus intereses difieren sobre el sentido y la percepción paisaje, las imágenes expuestas evocan, asimismo, el sentimiento que en ambos fotógrafos despertaba la capital del Véneto, una ciudad de silencios románticos, de luces lúgubres y nostálgicas, de otro tiempo, de otra época.

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