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Crítica de cine

Sonderkommandos

Arranco con las dos únicas macas en la película. Una, me ha despistado la historia del niño que da título al filme. ¿Es real, o producto del comprensible desvarío en el que ha caído el protagonista? Segunda, no tan nimia, es la omisión de la fecha. Da la impresión de que tal como llegaban los prisioneros a Auschwitz eran gaseados o fusilados, y eso sólo ocurrió al final de la guerra.

El resto son parabienes. El primero, el valor de retratar y reivindicar a los sonderkommandos, las cuadrillas de prisioneros judíos a las que los nazis subrogaron el trabajo más ingrato del exterminio a cambio de comida y alargar sus vidas unas semanas o como mucho meses. Ellos aceptaron como resquicio para intentar escapar. No fueron esquiroles. Ante la magnitud del horror que contemplaban cada día era imposible serlo. Otra gran virtud del filme es que evita al espectador las imágenes más insoportables con un astuto recurso, pegar la cámara al rostro y la nuca del protagonista. Las brutalidades quedan en un segundo plano, muchas veces desenfocado. Eso sí, los sonidos permiten reconstruir lo que ocurre. La fotografía es un formato muy cuadrado, como el pretérito cine mudo o la reciente Ida. Un modo adicional de esconder atrocidades y una metáfora de las orejeras que llevan los sonderkommandos. La interpretación de Gèza Röring es antológica, recuerda precisamente a las de las mejores obras del expresionismo (Murnau o el Fritz Lang europeo). Además de testimonio, El hijo de Saul es una inmensa película por sus valores cinematográficos, superior a La lista de Schindler o El pianista. Dentro de medio o un siglo, estoy convencido, mantendrá toda su fuerza e impacto.

El hijo de Saúl

Hungría, 107 min.

*****

Director: Lazslo Nemec

Actores: Gèza Röring, Levent Molnar, Urs Reckn

Cines: CineCiutat

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