La rosa ilimitada, de Carlos Maleno (Sloper). Dos editores buscan a una autora en el desierto de Almería. Se trata de una novela que versa sobre el mal y la imposibilidad de deshacerse de él. Siempre hay una zona oscura en el corazón, en principio aseado, de la cultura. Es un tema recurrente, una pregunta que suele formularse el humanista. Pero el humanista no puede engañarse por más tiempo. No en vano, sabe de sobras que la barbarie anida en el seno de la cultura y no en las afueras. Maleno se revela de nuevo como un notable e inquietante narrador, como ya demostró en su anterior El mar de Irlanda. La portada de La rosa ilimitada ha abierto la polémica, sobre todo para quienes se la cogen con papel de fumar.
Invasión, de David Monteagudo (Candaya). Novela adictiva que mantiene al lector en tensión casi permanente. El protagonista es un ser anodino y mediocre que sólo aspira a que lo dejen tranquilo y a pasar lo más desapercibido posible. No en vano, se llama García. Simplemente, García. "¿Estoy loco o es el mundo el que se ha vuelto loco?, se pregunta el protagonista. El autor confiesa que siempre se ha movido a sus anchas en el territorio de la obsesión. De este modo, el protagonista, un tal García, lo analiza todo con pelos y señales. Monteagudo es un experto en bucear en los procesos mentales, llevando el poder de la razón al extremo, es decir, a los pies de la locura.
Distintas formas de mirar el agua, de Julio Llamazares (Alfaguara). ¿Puedes regresar a un lugar del que nunca te marchaste? Llamazares narra la historia de un pueblo anegado cincuenta años atrás. Un pueblo que ya no existe, o sólo existe en la memoria de sus antiguos habitantes. Un pueblo sumergido que obliga a mirar el agua de un modo muy diferente. La muerte del abuelo reúne a toda su familia junto al pantano bajo el cual ha quedado sumergido el pueblo. Mirar el agua nunca fue tan revelador. Un espejo inquietante, pues el que mira sabe que está mirando lo que alguna vez fue este lugar anegado. Un lugar que tan sólo existe en la memoria. Hermoso relato coral que hace de la memoria una auténtica y dramática arma para resistir la tenacidad del olvido.
Zona de obras, de Leila Guerriero (Círculo de Tiza). Un libro muy audaz y atrevido. Tenso y brillante. Un libro sobre lo que la periodista argentina entiende por periodismo literario. En él podemos encontrar auténticos hallazgos, borbotones de sinceridad y acerados análisis de la profesión. Aquí bailan el mismo tango el arte narrativo y la labor periodística, y sin que ninguno de los dos pierda el paso. El periodismo no tiene por qué sacrificar el arte narrativo con la excusa de la eficacia y la rapidez.
Los turistas, de Jorge Carrión (Galaxia Gutenberg). Tercera entrega de "la trilogía de la huella." "Hace ya años que dudo de que haya una diferencia constatable y objetiva entre el viajero y el turista. Creo que todos somos turistas, incluso en nuestra propia ciudad." Lo firma un viajero empedernido como es Jordi Carrión, que ha hecho del viaje literatura y de ésta, un gran, largo y apasionante viaje. El autor, con este libro, critica la banalización del viaje en el siglo XXI.
Hombres buenos, de Arturo Pérez-Reverte (Alfaguara). Novela rigurosamente documentada que contiene los ingredientes propios de una novela de intriga. Narra la heroica aventura de quienes, orientados por las luces de la Ilustración, trataron de cambiar el mundo a través de los libros. A finales del siglo XVIII, el bibliotecario Hermógenes Molina y el almirante Pedro Zárate, recibieron un encargo: viajar a París para hacerse con los 28 volúmenes de la Enciclopedia de Diderot y D´Alembert que, por descontado, estaba prohibida en España. Desde el Madrid ilustrado de Carlos III hasta el París de los salones y cafés, de la vida libertina y de la filosofía como tema de tertulia diaria. Todo eso en vísperas de la Revolución Francesa.
