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Cine

La vuelta al mundo en 163 películas

Escena de la serie ´La vuelta al mundo en 80 días´.

IMDB suma 163 adaptaciones del autor francés, incluyendo cine, televisión y videojuegos. Las primeras obras se remontan a los propios orígenes del séptimo arte. El inquieto Georges Méliès adaptó libremente el Viaje a la Luna en 1902, con una imaginación como cineasta que nada desmerecía a la del escritor de Nantes. El plano del satélite vecino guiñando el ojo tras el impacto del cohete sigue rebosando gracia y encanto.

Aparte del viaje a la Luna, la obra que más atrajo a los cineastas, por la sucesión de desventuras y aventuras, es 20.000 leguas de viaje submarino. Hay una primera adaptación en 1916, dirigida por Stuart Paton. Hace un refrito de esa novela con La isla misteriosa, para ahorrarse efectos especiales, y se queda en los aspectos más lúdicos del mundo verniano.

Miguel Strogoff (Victor Tourjansky, 1926) es otra pieza destacada de la etapa muda del cine. Rodada en Letonia, Lituania y Noruega, con cuatro mil soldados como extras, merece su visionado. Tourjansky arriesga con la fotografía acercándose, lo cual ya es mérito, a genios como Eisenstein o Abel Gance. En cabeza de reparto otro ruso, Ivan Mozzhukhin, borda al sufrido mensajero del zar.

En las décadas posteriores, con la llegada del sonido y la mejora progresiva de los efectos especiales, hubo un goteo de adaptaciones. Las más recurrentes, como era de prever, fueron 20.000 leguas€, La isla misteriosa, Viaje al centro de la Tierra, Miguel Strogoff o La vuelta al mundo en 80 días.

De todas ellas, y quizás la que mejor aguanta el paso del tiempo (o la que mantiene la mayor parte de su encanto) es 20.000 leguas€ de Richard Fleischer (1954). Ganó dos Oscars técnicos y una nominación al montaje. El reparto fue de muchos quilates, con Kirk Douglas como Ned Deale, James Mason como Nemo y Peter Lorre entre los secundarios. Esforzándose por no comparar los efectos especiales de entonces con los de ahora, la película tiene todo el encanto, toda la fascinación, todo el misterio de la obra de Verne. Y sobre todo es la que muestra los rasgos shakesperianos del capitán Nemo. La escena de la lucha contra el calamar gigante mantiene su garra y suspense.

Entre las versiones menos ortodoxas, por decirlo de alguna manera, hay una de los Tres Chiflados (La vuelta al mundo en un suspiro, 1963). Comedia pura para alimentar la legión de fans del trío cómico. Verne, una vez más, es un señuelo para atraer a los niños. Más serias e interesantes son las obras de animación del checo Karel Zeman, cuatro adaptaciones de Viajes extraordinarios realizadas entre 1955 y 1970.

Como fan incondicional del autor galo, me extraña que obras no superventas pero sí de suficiente interés dramático no hayan sido trasladadas jamás a la gran pantalla. Me refiero a El rayo verde (nada que ver la película de Eric Rohmer, salvo el fenómeno óptico crepuscular), El archipiélago en llamas (escaramuzas bélicas en Grecia a finales del XIX) o Los náufragos del Jonathan, ya sea en la versión original de libro o la tergiversada por el díscolo primogénito del autor.

Si el legado palpable de Verne es menguante, el latente se mantiene. Es cierto que los avances tecnológicos de la segunda mitad del siglo XX e inicios del XXI lo relegan a la protohistoria de la ciencia ficción. Sin embargo, por mucho GPS e Internet satelital que se disponga, dar la vuelta al mundo a vela sigue siendo un reto con mayúsculas; y subir a las cimas del Himalaya, exceptuando el circo ambulante del Everest, ídem. El afán de aventuras en la gente corriente va en aumento y son la prueba de que el espíritu de Verne pervive. Lectores de juventud del galo, sus hijos o incluso nietos, emulan ahora vivencias equivalentes a las de sus sufridos o valerosos personajes.

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