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Tinta Fresca

Mentiras verdaderas

Un inquietante "thriller" sobre un impostor con vocación de asesino

Mentiras verdaderas

Un crítico imaginario define la imaginaria novela del imaginario protagonista de La verdad y otras mentiras con una frase ideal para las fajas de promoción: "Cada frase, una fortaleza". Y Sascha Arango, escritor bien entrenado en el gimnasio de los guiones, sigue esa máxima a la hora de contar el ascenso, caída y reconstrucción de un asesino que es también impostor, de un triunfador que contradice el prejuicio moralista de que quien mal anda, mal acaba. Para que no haya lugar a la duda, Arango suelta la primera pedrada sin contemplaciones. "Fatídico". Así escupe el protagonista sobre una noticia de buena esperanza que para él es una mala realidad. Henry Hayden (comparte iniciales con el lobo estepario, por qué será) es un tipo del que no te puedes fiar, pero que sabe cómo ganarse la confianza del lector. En eso se parece al Ripley de Patricia Highsmith: un venenoso encantador de serpientes capaz de morder a cualquiera que se interponga en su camino. Autor de éxito gracias a novelas que no escribe él, sino su pareja, futuro padre de una criatura que no desea con una amante que le estorba y chapucero criminal adorado por la buena suerte aunque a veces no lo parezca, los desatinos del destino conspiran para ponerle en la cuerda floja y él se las arregla para bailar sobre el filo de la navaja sin cortarse un pelo.

¿Se puede, se debe querer a un monstruo? La pregunta tiene su miga, sobre todo cuando en la novela de Arango sostiene que la fe en la bondad humana obtiene siempre un castigo. Algo así como la versión negativa del universo Dostoievski (que no sale muy bien parado en uno de los juicios radicales que serpentean por las páginas). Nuestro héroe (al fin y al cabo es un tipo enfrentado al mundo en defensa de sus molinos de viento) es un asesino, es un mentiroso, es un estafador. Y el mundo le admira porque ignora esas "virtudes", pero seguramente en el subconsciente colectivo esa admiración parte de un reconocimiento, de una complicidad subterránea. Arango mira a su alrededor y sólo ve títeres que decapitar. Es el triunfo de la hipocresía. De ahí que la mejor forma de conocer a fondo a su personaje sea mostrarlo en un frenesí atávico: sacrificando a un cervatillo moribundo o luchando a muerte contra una marta escondida (un diablo de la conciencia reencarnado) que parece burlarse de él mientras destruye al borde de la locura su propio hogar, en afortunada metáfora que regala uno de los momentos narrativos más sobresalientes con su mezcla de humor y horror.

Al ajedrecista Arango le gusta descolocar a sus lectores con movimientos inesperados que le obliguen a estar en guardia permanente. Juega con las casualidades (al final forzándolas demasiado, a decir verdad) y pone las costuras de la credibilidad a prueba con sorpresas calculadamente enrevesadas. "El riesgo es más erótico que el sentido común", y esa máxima la aplica también el autor a su propia aventura literaria, relato embaucador (aunque a veces abusa de trampas previsibles muy de "película") de una personalidad compleja y de avasallador carisma criminal, y también certero al crear personajes secundarios tan memorables como el husmeador que busca venganza, el serbio de pasado oscuro, el editor agonizante o la amante preñada de contradicciones.

SASCHA ARANGO

La verdad y otras mentiras

SEIX BARRAL, 312 P., 18,50 €/E-B., 12,99 €

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