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Cuando Mallorca estrenó la democracia

La derecha de UCD, que en la isla ganó ampliamente, no pudo formalizar sus listas hasta minutos antes de que se cerrara el plazo. el PSOE se negó en redondo a presentar candidatura conjunta con otros partidos socialistas

Colas para votar en el Portitxol aquel histórico miércoles de 1977. DDM

Fue un sin vivir para la Unión de Centro Democrático (UCD), el partido que había creado Adolfo Suárez, presidente del Gobierno nombrado por el rey Juan Carlos un año antes, en julio de 1976, pues no había manera de cerrar la candidatura dada la enconada pelea que se estaba dirimiendo por situarse en los primeros lugares. Esa era la situación que atravesaba la derecha mallorquina en mayo de 1977, convocadas las elecciones generales que desembocaron en las Cortes Constituyentes que elaboraron la vigente Constitución. A través de Leopoldo Calvo Sotelo, Suárez concedió plenos poderes al empresario Jerónimo Albertí tras apartar al periodista Antonio Alemany, del que no se fiaba. Y le dio una orden taxativa: que se presentara a una lista. Albertí hacía encaje de bolillos.

La pelea se centraba en que los liberales, una de las facciones de UCD, no aceptaba que su candidato, el catedrático de Historia Contemporánea Miguel Durán, quedase relegado al cuarto lugar para que Francisco Garí, hombre de confianza de Albertí, ocupase la tercera posición. El primer puesto estaba asignado, sin discusión, y sin que se conocieran qué circunstancias lo hacían inamovible, al notario Raimundo Clar, retirado tras su efímero e intrascendente paso por la política; y el segundo al nominalmente socialdemócrata (perteneciente al partido de Francisco Fernández Ordoñez), el abogado del Estado madrileño casado con una mallorquina, Santiago Rodríguez Miranda, que llegó a ministro de Trabajo con Calvo Sotelo. Rodríguez Miranda amagó (evanescente amago), con retirarse si se dejaba en la estacada a Antonio Alemany, al que finalmente se le ofreció ir al Senado, alternativa que rechazó. El acuerdo llegó casi a deshoras: en postrera reunión, en la notaria de Clar, en la calle de San Miguel, se obtuvo el consenso: Durán fue de tres y Garí de cuatro. Al Senado concurrieron Albertí y Ramiro Pérez-Maura, duque de Maura, gobernador civil de Baleares en los primeros compases de la Transición.

El resultado de las elecciones fue espectacular para UCD: obtuvo cuatro de los seis escaños de diputado en juego, además de dos de los tres senadores por Mallorca y el de Menorca, que fue para Guillermo de Olives. Éxito completo que catapultó a Jerónimo Albertí, político cabal, decente, de la derecha moderada, a la presidencia del Consejo General Interinsular, del que surgieron las instituciones de la Comunidad Autónoma.

En el PSOE las cosas fueron diametralmente opuestas: no hubo ninguna discusión en dar por hecho que el abogado Félix Pons iría de número uno arropado, en el segundo lugar, por Emilio Alonso, secretario general de la entonces Federación Socialista Balear del PSOE. Para el Senado el candidato era el traumatólogo Manuel Mora, represaliado por la dictadura franquista, quien, divertido, contaba la anécdota de cómo el gobernador civil Carlos de Meer, militar (comandante entonces) de extrema derecha, vinculado a Fuerza Nueva, le devolvió el pasaporte tras curarle una fractura en la mano. Cuando acudió a su consulta, el doctor Mora le espetó: «¿Sabe quién soy yo?». De Meer, conocedor de la solvencia profesional del socialista, le dijo que sí, y le devolvió el pasaporte. Mora recaló en el PSOE desde el partido del profesor Tierno Galván.

Félix Pons y Emilio Alonso, con instrucciones precisas de Afonso Guerra, se cerraron en banda a aceptar las peticiones del Partido Socialista de las Islas (embrión del PSM, hoy Més) de concurrir juntos en una candidatura que denominaban «Unidad Socialista», al tiempo que ninguneaban descaradamente al PSOE «histórico» formado por viejos nostálgicos y un grupo de oportunistas que habían recalado en él. Antonio Tarabini y Paco Obrador, que acabaron afiliados al PSOE, presionaron para conseguir la confluencia: una y otra vez se toparon con la tajante negativa del PSOE, que se hizo, el 15 de junio de 1977, el miércoles en el que se celebraron las elecciones, con dos diputados y un senador. Lo consideraron un excelente resultado: se repartían con UCD la totalidad de los escaños asignados a las Islas.

Albertí hace el signo de la victoria y, en primer término en el sofá un sonriente duque de Maura, en una feliz noche electoral para UCD. | DDM

Las restantes fuerzas de izquierdas protagonizaron un sonoro naufragio: el PSI se descalabró, al igual que el PCE de Santiago Carrillo; los comunistas de Francisca Bosch, dirigente con fama de estalinista, no rascaron bola. Tampoco la pléyade de grupúsculos comunistas e independentistas de extrema izquierda. La sopa de letras se volatilizó. Se asentó el bipartidismo.

En la derecha también hubo otros dos resonantes desastres: la Alianza Popular (AP) de Manuel Fraga, que se fue de vacío, presentaba al que había sido concejal franquista en Cort Gabriel Tous y al empresario Andrés Buades, tan convencido de obtener el acta de diputado que se había procurado un piso en Madrid. Al constatar el fiasco ironizó con que se afiliaba al PSOE. El compañero de desventuras se denominaba Unió Autonomista, artefacto ideado por Josep Melià, procurador en las Cortes de la dictadura. Melià invirtió importantes recursos en la campaña electoral llegándose a pasear en un «tren» por las calles de Palma. Su cosecha de votos fue tan escuálida como la recolectada por la derecha franquista de AP, que en las Cortes Constituyentes se opondría rotundamente a la inclusión del término «nacionalidades» en la Constitución.

La noche electoral devino en una fiesta en la sede de UCD, que para la ocasión se instaló en la sede del IBEDE ubicada en el Polígono de Asima. Un pletórico Pérez-Maura enfatizaba el resultado diciéndole a Albertí: «En algunas mesas has ganado tú y en otras yo». La realidad era que el duque de Maura solo había sobrepasado a Albertí en una mesa de Sóller. También Miguel Durán, que pronto entró en conflicto con la política que implementó Albertí, aunque con posterioridad volvieron a confluir, afirmaba que el resultado de UCD era producto de la moderación. Rodríguez Miranda empezaba a ir a lo suyo.

Tranquilidad en la sede del PSOE, con Félix Pons, Manuel Mora y Ramón Aguiló. | ARCHIVO DDM

En el PSOE Félix Pons escudriñaba los votos amarrados por los socialistas señalando, siempre circunspecto, que había posibilidades de seguir creciendo. Ocupaban un despacho, cedido por el abogado Juan Nadal, en la calle de Jaime III. Pons se explayó, en improvisada rueda de prensa, en que obtener dos diputados y un senador, con porcentaje cercano al 30 por ciento, colmaba las expectativas, al tiempo que resolvía de un plumazo la controversia sobre la unidad socialista, ya que liquidaba al PSOE histórico, desparecido por completo, y situaba en su apropiada dimensión, liliputiense, al resto de formaciones que se denominaban socialistas. Con respecto a los comunistas, el que sería ministro y presidente del Congreso de los Diputados, con cierta displicencia, opinaba que la socialdemocracia que encarnaba el PSOE de Felipe González (dos años después abjuraría del marxismo) se imponía en toda España al PCE, que apenas llegaba a los 20 escaños por 120 los socialistas.

La noche electoral fue aciaga para el resto de partidos: Melià encajó mal la derrota; al igual que Buades, no se la esperaban. En la sede del PCE no quedó nadie para analizarla. Pudo verse a un cariacontecido Paco Obrador tratando de entender qué diantres acababa de ocurrir. Los partidos de extrema izquierda, los de la poblada galaxia comunista, plegaron velas con rapidez: sabían que se había acabado su tiempo, el de tratar de igual a igual al PSOE: ya no dispondrían de la atención mediática que habían exigido en el Baleares, el viejo diario del «Movimiento» (el partido único de la dictadura).

Días después, se constituyó el Consell General Interinsular, que presidió Albertí, integrado por los parlamentarios electos: siete de UCD, tres del PSOE y el único representante de AP, el ibicenco Abel Matutes, que naturalmente consiguió el escaño al Senado por los Pitiusas encabezando a un partido coaligado con AP. Ha transcurrido casi medio siglo.

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