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Una joven practica con su violín a través de un chat con su profesor durante el confinamiento.Levante

Efectos de la cuarentena

El virus que enjaula a la juventud

El primer análisis de las consecuencias del aislamiento indica que los adultos hasta 30 años y, en un primer momento, las mujeres son los que peor llevan las restricciones

La excepcional situación que se vive en España a causa de la pandemia del coronavirusandemia del coronavirus ofrece una oportunidad única para estudiar el comportamiento y el estado emocional de las personas durante un confinamiento obligatorio. Eso fue lo que pensaron Carlos Suso Ribera, profesor ayudante doctor de la Universidad Jaume I de Castellón, y Ramón Martín-Brufau, profesor asociado de la Universidad de Murcia y adjunto a la unidad de Salud Mental Infanto-Juvenil del Servicio Murciano de Salud. Juntos chequean el estado anímico de un amplio grupo de personas desde que se decretó el estado de alarma y han sacado curiosas conclusiones. Entre ellas, que la gente tiende a estabilizarse, que el principal factor de bienestar reside en la tolerancia a la frustración más que en el entorno y que es importante que las conductas adoptadas tengan un valor detrás, y no se hagan para aplacar sin más una sensación desagradable.

Alta participación, mayoritariamente femenina

"No es un virus normal, esto va a cambiar nuestras vidas". Con este convencimiento, "y con la necesidad de aportar algo a la sociedad", Suso y Martín-Brufau abrieron un enlace en internet para que las personas se apuntaran voluntariamente a describir su estado de ánimo durante el aislamiento. Se les pregunta por cinco factores: la fatiga, la rabia o irritabilidad, la ansiedad, la tristeza y la energía. La iniciativa se difunde por las redes sociales y los resultados superan sus expectativas: de mano aceptaron el reto 3.500 personas, con una notable representación territorial y de género (es mucho mayor la participación femenina, en proporción de 70-30) aunque con la dificultad, insoluble, de la brecha digital, con lo que escasean los mayores. Tampoco se analizan niños, por una cuestión ética. La encuesta es anónima, los voluntarios reciben al darse de alta una clave alfanumérica, aunque sí se les pregunta por su profesión, su nivel de ingresos y por la ciudad de residencia. Ahora mismo continúan siendo chequeadas prácticamente a diario 600 personas. El objetivo último es contrastar la fiabilidad de los consejos que llegan por múltiples fuentes, más allá de sentido común, y poder utilizar las conclusiones en terapias posteriores. Mazazo inicial y remontada. Los investigadores confirman que el decreto del estado de alarma y el consiguiente confinamiento fue un mazazo moral para casi todos los encuestados, pero que progresivamente se va asumiendo. "Al principio hubo picos altos de ansiedad, tristeza e ira, pero a los dos días esos niveles se estabilizan y se reducen", explica Carlos Suso, que advierte de una recaída en el estado de ánimo cuando el Gobierno anuncia la prolongación del estado de alarma quince días más. "El día 22 hay un repunte de los estados negativos, que luego se vuelven a estabilizar en niveles de los días 18 y 19", apunta el psicólogo.

Las mujeres, más afectadas de inicio; los jóvenes, en riesgo

Según los datos recibidos, las mujeres parecían llevarlo peor en los primeros días, con un nivel de malestar emocional más alto. Suso interpreta que el género femenino tiene un grado mayor de neuroticismo, el término que designa la tendencia a percibirse a uno mismo como inestable o como propenso a que las cosas le afecten más. "Las personas que puntúan alto en este rasgo tienden a percibir que tienen emociones más intensas que el resto, se sienten más vulnerables y tienden a sentir que son más inestables. Esto, en situaciones de crisis, te expone a una mayor vulnerabilidad", abunda el psicólogo. En cualquier caso, las diferencias son siempre individuales, hay personas que se toman todo de forma más trivial y otros que tienden a pasarlo mal y a ponerse en lo peor. La evolución del estudio indica que en general los españoles han ido apreciando que la cosa iba en serio y ha habido cambios en la percepción y en las conductas que así lo reflejan. Por ejemplo, cada vez se hace más ejercicio en el confinamiento. Otro rasgo interesante que se desprende del estudio es que el grupo de edad más afectado es el de los adultos jóvenes, de entre 18 y 30 años. "Quizá por el momento especial que atraviesan, cuando tienen que tomar las primeras decisiones importantes de su vida", comenta Carlos Suso Ribera.

Mayor concienciación social

Aunque vivíamos con normalidad mientras en Italia azotaba ya el virus, y pese a las múltiples sanciones que interponen las fuerzas del orden a las personas que se saltan el confinamiento, la respuesta social va mejorando. "El mensaje es de concienciación y de responsabilidad social. No hay que flagelarse y no creo que seamos los únicos en el mundo que hayamos tenido conductas no muy acertadas, incluso vemos casos de políticos, como en el Reino Unido. Esto no es una señal para que seamos conformistas, pero no somos mucho más inconscientes que el resto", reflexiona el profesor de la Universidad Jaume I.

La clave, en uno mismo y no en el entorno

En el estudio se les pregunta a los participantes sobre las condiciones de su entorno, si viven solos, si lo hacen en pareja, si tienen hijos. También si en el hogar existe un nivel global de ingresos menor de mil euros. La idea era tratar de identificar las condiciones de un encierro más llevadero. Sin embargo, los investigadores subrayan que, con diferencia, el factor más determinante se encuentra dentro de nosotros mismos, y es la tolerancia al malestar, la capacidad para entender que el sufrimiento es un proceso más de la vida y no venirse abajo cuando surgen dificultades. Ni siquiera algo que puede parecer tan lógico como la preocupación por el futuro económico marca tanto como lo anteriormente mencionado. Aunque es cierto que de las respuestas de los participantes en el estudio se podía percibir un mayor agobio inicial entre aquellos con menos recursos, ese baremo también se ha ido igualando. "Estamos hablando de hogares en los que una de las dos personas no trabaja y tienen dos hijos... Al principio estaban peor, sí, pero en la siguiente medición, una semana después, esas diferencias han disminuido. Puede ser que hayan encontrado soluciones, que hayan pedido ayuda", indica Carlos Suso.

En pareja y sin hijos, la peor combinación de inicio

El procesamiento de datos de los primeros días arroja que los mayores índices de depresión y de ansiedad se dan en personas que conviven y sin hijos. La tendencia también ha sido hacia el equilibrio entre unos y otros. En resumen, de todos los factores que influyen en el estado emocional (vivir arropados, tener exposición al sol, mayor confort económico), el más determinante es la tolerancia a la frustración. Carlos Suso profundiza en el asunto: "Todos tenemos emociones negativas, que son necesarias. El problema es cuando nos inmovilizan y no hacemos nada al respecto".

Los buenos hábitos

Tras examinar las respuestas durante unos pocos días, los dos conductores del estudio elaboraron una lista de ocho consejos para llevar mejor el aislamiento y la difundieron por las redes sociales. Las recomendaciones se resumen en mantener las pautas de sueño y descanso, utilizar internet para informarse en la justa medida (no desmedida) e interactuar con amigos y familiares, realizar actividad física, tener contacto con la luz solar, no utilizar la comida para cubrir el vacío emocional, comprender que es normal sentirse mal y echar un ojo a los adultos jóvenes. En el gráfico adjunto se puede leer una explicación más detallada de los consejos de los especialistas.

El consejo definitivo: tener un propósito

Enlaza con la tolerancia a la frustración, con la capacidad para entender que el sufrimiento es una parte de la vida y que las dificultades son parte del trayecto cuando se quiere conseguir cosas importantes, hechas de acuerdo a unos valores. Carlos Suso pone un ejemplo: "Si quiero ser un padre bueno en estos tiempos de crisis, tengo que hacer un esfuerzo para establecer las rutinas convenientes, he de encontrar tiempo para jugar y tener entretenido al pequeño... Y de la misma manera, es mucho mejor chatear con un amigo, que subraya un valor como la amistad, que evadirme comiendo o viendo series, solamente para aplatanar la emoción. Aunque chatear con el amigo sea también un desahogo". Este es su consejo definitivo: "Sentirse mal es esperable, no huyas con conductas a corto plazo y haz cosas que no te generen daño y que respondan a unos valores". Profesiones de riesgo: los sanitarios, los más irritados; los policías, los más fatigados; el sector alimentario, el más deprimido. El estudio conducido por Carlos Suso y Ramón Martín-Brufau también tenía señaladas de mano las profesiones que iban a sufrir más emocionalmente durante esta situación excepcional. Concretamente, el personal sanitario y científico; policías, guardias civiles y militares; el personal de transporte y almacenaje; los empleados de distribución alimentaria y, finalmente, los periodistas. De todos ellos, los que mejor llevan la crisis, según las valoraciones que hacen en la encuesta desde los primeros días, son los transportistas. Por contra, los empleados del sector alimentario presentaban de inicio altos índices de fatiga, probablemente por la sobrecarga de trabajo de la fase inicial del confinamiento, cuando la población acudió en masa a los supermercados a aprovisionarse. La mayor tasa de depresión se situaba en las fuerzas de seguridad, y la ansiedad era alta en sanitarios y periodistas. Avanzados los días, el panorama se aclara: el transporte sigue más aliviado emocionalmente, mientras que los trabajadores de distribución alimentaria presentan los índices más altos de tristeza. La Policía, con un alto grado de movilización, es el sector de riesgo más fatigado, y los sanitarios, que pecan de todo, son los que confiesan mayor rabia e irritabilidad. Algo en lo que puede tener que ver el hecho de que trabajan al límite, enfrentándose a una realidad extremadamente delicada y muchas veces en malas condiciones y sin estar suficientemente equipados.

En el futuro, esperanza: tenemos gran capacidad de adaptación

Los responsables del estudio creen que es mucho especular hacer un pronóstico sobre si la sociedad española está preparada para aguantar un confinamiento mucho más largo del que ha vivido hasta la fecha. De momento, el estado de alarma que debía acabar el 11 de abril está vigente hasta el 26 de este mismo mes, aunque con posterioridad ya se ha alargado una quincena más, hasta el 11 de mayo. Pero Carlos Suso apunta que "la mejor predicción es la conducta pasada, así que es probable que haya un repunte del malestar si se anuncia que se prolonga el confinamiento y que luego se suavice, que cuando pase ese repunte encontremos estrategias para sobrevivir. Aunque hay diferencias individuales, la capacidad de adaptación vuelve a quedar patente. Ha habido cambios conductuales claros, que van en la dirección de un buen ajuste. En ese sentido quiero tener esperanza. Cada vez veo más iniciativas para mitigar el impacto, aunque no se puede negar que esto nos está afectando".

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