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Manifestación contra las reformas de las pensiones en la estación de tren en París.EFE

Desde París

La trêve des confiseurs

Literalmente, en castellano, "La tregua de los confiteros", aunque suene fatal. Quedaría mejor, en traducción libre, "la tregua dulce" en referencia directa al uso, y abuso, de turrones, chocolates y dulces durante estas fechas comprendidas entre la Navidad y el Año Nuevo. Una tregua que tendríamos que estar viviendo, o disfrutando ahora mismo en Francia, pero ni por esas.

Se ha estado especulando hasta hace muy poco con la posibilidad de abrir un paréntesis durante las Navidades en el conflicto que enfrenta al Gobierno y a los sindicatos con la ya famosa reforma de las pensiones. Como bien saben, y no voy ahora a marear la perdiz, la huelga que afecta a los transportes públicos (con rebotes puntuales en otros sectores, controladores aéreos, enseñanza, sanidad, etc.) tiene paralizado a medio país. Y como apuntaba unas líneas más arriba, hasta el pasado lunes circulaba el rumor insistente de la posible tregua dulce durante las fiestas.

De este modo los trenes circularían de nuevo a pleno rendimiento para facilitar las tradicionales reuniones familiares, el vuelve a casa por Navidad, y también las vacaciones, las primeras escapadas a la nieve, los "reveillones" de Nochebuena y Nochevieja. En fin, toda la parafernalia festiva en torno al fin del año.

Pero no, los sindicatos más combativos, como la CGT y Sud raíl, han hecho oídos sordos a la invitación del Gobierno a interrumpir momentáneamente la huelga durante este periodo festivo. O sea, que en París, desde donde les escribo, seguimos sin Metro (solo funcionan a ritmo normal dos líneas, la 1 y la 14, las dos automatizadas), los buses solo van a medio gas (y lógicamente abarrotados), casi sin trenes de cercanías ni regionales, y con los TGV (Tren de Gran Velocidad, el AVE francés) bajo mínimos. En esas circunstancias, la gente se ha buscado la vida como ha podido, los Bla Bla car y vehículos compartidos funcionando a pleno régimen, las líneas privadas de autobuses tomadas por asalto (batiendo récord de caja), y los aviones desbordados, con los precios por las nubes.

En la capital y en las importantes aglomeraciones urbanas, como Lion, Marsella o Burdeos, resulta imposible hacerse con las bicicletas y patinetes de alquiler. Y no les digo ya de los Taxis, Ubers y otros, tarifas disparadas, y tiempos de espera dilatados. ¡Vive la France!

Sin embargo también podríamos añadir el "E pur si muove" de Galileo. Pese a todos los contratiempos los franceses se lo han montado como han podido y no han renunciado a las fiestas. Cierto que el comercio y la restauración han acusado el golpe, y en contrapartida las grandes plataformas de ventas on line se han puesto las botas. Pero, de momento, no se respira aún demasiada crispación. Quizás porque se intuye que la cosa va para largo, llevamos solo 20 días de huelga, el personal se lo toma por ahora con calma. Probablemente el tono cambie en enero si se mantiene el bloqueo, si las negociaciones no avanzan y el conflicto entra en punto muerto.

Si el Gobierno cede, retirando su plan íntegramente o dejándolo en mínimas reformas, la legislatura puede darse por acabada, y entraremos en una campaña preelectoral anticipada a dos años vista de las elecciones, un panorama ciertamente desalentador. Mientras que por otro, los sindicatos son conscientes de que se juegan el futuro, el ser o no ser. Y aquí me permitiré un apunte, pese a la fuerza de dichas organizaciones sindicales, las afiliaciones están bajo mínimos sin que nadie se atreva a hablar de cifras (de hecho, las manifestaciones de las últimas semanas han sido ruidosas pero con poco peso en cuanto a número de participantes).

En estas les dejo, espero que hayan pasado una buena Navidad, y ya solo me queda espacio para desearles lo mejor para el 2020, que el año salga redondo.

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